Poco a poco se infiltra en el mundo la idea del capitalismo consciente. El denominador es preciso puesto que el capitalismo ha sido inconsciente en los dos sentidos de la palabra: inconsciente porque se ha basado en una interacción relativamente libre y espontánea que suponía beneficios por doquier; inconsciente —en el sentido valorativo de la palabra— porque partía de la premisa de que dadas esas condiciones (libertad y espontaneidad) cualquier resultado tenía que considerarse justo. Contra esta idea se alzaron, desde el siglo XIX, gentes tan distintas como Proudhon o el papa León XIII.
El objetivo del capitalismo consciente, tal y como lo plantea la organización líder del movimiento, es crear riqueza “financiera, intelectual, social, cultural, espiritual, emocional, física y ecológica para todas las partes interesadas”. Su filosofía expresa el enorme avance que supuso el capitalismo y asimila varias críticas a la forma actual de este sistema. Propugna, entonces, por su reforma. En Colombia, la organización más activa en la promoción de este ideal es Comfama.
Hasta aquí vamos bien. No es posible defender incondicionalmente el capitalismo realmente existente, más allá de bonitas declaraciones. La plataforma del capitalismo consciente es ambiciosa e integral; nada de acciones sectoriales o puntuales para apaciguar los espíritus.
Tengo tres peros. Uno filosófico, otro estratégico, el tercero cultural.
El pilar fundamental del capitalismo consciente descansa en la formulación del propósito y los valores esenciales, pero sus promotores no han hecho ningún esfuerzo destacable en este segundo aspecto. Un propósito sin la afirmación y práctica de unas virtudes fundamentales fue el gran fracaso de las utopías modernas. No estamos hablando de un asunto menor. Y uso la palabra virtud porque es el concepto clásico y porque ha sido rescatado por férreos defensores de un capitalismo libre y reformado como Deirdre McCloskey y Nassim Taleb. Además, después de que hay bolsas y transportadoras de valores hay que usar un término diferente. Filosofía.
La estrategia del capitalismo consciente se quedó corta después del ascenso del populismo y, en particular, de la experiencia del cuatrienio de Trump. Varias de las grandes corporaciones de Estados Unidos asumieron una política empresarial y comercial en abierto desafío al gobierno, en temas de migración, armas, ambiente, salud e información. Empresas y gremios no pueden vivir en concubinato con gobiernos contrarios a los ideales del capitalismo consciente. Las organizaciones del capitalismo deben hacerse visibles en la esfera pública y darle la cara a la ciudadanía que engloba a las partes interesadas.
Mi preocupación cultural, en particular con ciertos rasgos de nuestro modo de estar, tiene que ver con el cambio de apariencias. En Colombia somos veloces —los ejecutivos entre los más rápidos— en cambiar de imagen, lema y cuento. Luego la cosa se desvanece y quedamos en el peor de los mundos, desprestigiada la teoría y empeorada la práctica.
Declaro ser miembro del Consejo Directivo de Comfama.
El Colombiano, 5 de septiembre
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