Quizá la primera víctima de la política de la cancelación en Colombia e Iberoamérica haya sido Oriana Fallaci. Oriana Fallaci fue una periodista y escritora notablemente arraigada en su Florencia natal y Nueva York, a pesar de la ubicuidad de sus quehaceres. Su influencia en las generaciones que maduramos durante los años setenta y ochenta del siglo pasado fue notable, en particular en los ambientes periodísticos, femeninos y políticos.
Fallaci transformó el género de la entrevista a través de sus trabajos monumentales con personas del cine, los viajes espaciales y la política que mezclaban la profundidad investigativa con su perspicacia psicológica y valentía personal. No sé qué éxito pudieron tener los intentos de sistematizar y codificar su trabajo en las universidades. Se conoce sí el impacto de su trabajo, que pasó de las revistas y periódicos a los libros y de allí a las bibliotecas como material de consulta para quienes investigamos el mundo contemporáneo.
Su sentido de la libertad y su sospecha radical del poder, rayanos en el anarquismo, se convirtieron en un equivalente de lo que debe ser la ética periodística. Así construyó una maestría inimitable puesto que su ejercicio involucraba altas dosis de riesgo y temeridad (estuvo en Vietnam y Beirut, fue herida durante la masacre de Tlatelolco), valor para enfrentar a personajes poderosos y temibles y carácter para forjar un equilibrio entre veracidad y opinión personal. “El miedo es un pecado”, le dijo a alguien en una carta.
En su juventud participó en acciones de la resistencia contra el fascismo y militó en el Partido de Acción, el de su familia y el de Norberto Bobbio. Se apartó de todo grupo político y derivó sus posiciones sobre la condición de las mujeres, las religiones, las guerras y las dictaduras, desde los prismas de la libertad, la dignidad personal y la justicia.
Se recluyó durante la década de 1990 a escribir la saga de su familia y a luchar contra un cáncer hasta que cuatro aviones secuestrados fueron lanzados contra edificios civiles y militares en los Estados Unidos. Entonces volvió a salir a la luz pública. Escribió un largo y conmovedor artículo titulado La rabia y el orgullo, que provocó la ruptura de los círculos progresistas. Para ampliar sus argumentos escribió La fuerza de la razón y Oriana Fallaci se entrevista a sí misma. Conocía el islamismo radical y detestaba la violencia. Las grandes editoriales en español no los publicaron, desde la izquierda la condenaron por criticar a los musulmanes y por su fuerte defensa de la cultura occidental, dejó de leerse en las clases de periodismo.
Los ataques de Al-Qaeda fueron hace veinte años; Fallaci murió hace quince, un quince de septiembre. Es una de mis heroínas.
Correo: cambié mi correo personal puesto que Tigo tiene bloqueada mi cuenta hace más tres semanas.
El Colombiano, 12 de septiembre
1 comentario:
Jorge acabas de anunciar un artículo sobre tus heroínas. Por aquí esperando
Publicar un comentario