lunes, 22 de marzo de 2021

Impaciencia

Branko Milanovic es uno de los más visibles economistas dedicado al estudio global y general del capitalismo contemporáneo. Hace poco, escribió una columna de prensa lanzando —como audaz novedad— la hipótesis de que la crisis occidental puede hallar una explicación en la impaciencia. La impaciencia, dice, es la expresión de una ideología basada en el éxito económico, la financiarización, el endeudamiento y el consumo, en suma, lo que en su campo se llama “preferencia de tiempo puro” (“Impaciencia: la causa del fracaso occidental contra la pandemia”, Letras libres, 17.12.20).

La preocupación de Milanovic es válida, mucho menos su sorpresa. La filosofía lleva décadas, quizás siglo y medio, hablando de fluidez, aceleración, velocidad. Desde que Marx acuñara el célebre “todo lo sólido se desvanece en el aire”. Incluso un pensador francés intentó crear un campo de estudios sobre el tema, hace 35 años, que llamó dromología. Las inseguridades científicas del economista serbio encuentran un alivio en una frase que Franz Kafka había apuntado en sus diarios y que cito completa: “Hay dos pecados humanos capitales, de los que se derivan todos los otros: la impaciencia y la pereza. Por la impaciencia fueron expulsados los hombres del Paraíso, por la pereza no vuelven a él. Pero tal vez haya sólo un pecado capital: la impaciencia. Fueron expulsados a causa de su impaciencia, no vuelven a causa de su impaciencia”.

La frase de Kafka es dura de roer, especialmente en su segunda parte. Todos entendemos los afanes que hicieron que Adán y Eva perdieron el paraíso para ellos y sus descendientes. Pero cuando Kafka dice que “por la pereza no vuelven a él”, “no vuelven a causa de su impaciencia”, el argumento no es evidente. La pereza no parece ser impaciente sino lo contrario.

¿Por qué la pereza es impaciente? Confieso que es un tema nuevo para mí, pero ensayo una respuesta. La pereza es impaciente porque el camino de la redención es largo y difícil. Puesto en pagano: todo proyecto auténtico de transformación social —organizativa o política— requiere coraje, esfuerzo y “tiempo impuro”, es decir, necesita paciencia, serenidad y resistencia, pero el marco mental en el que estamos instalados los occidentales es el del cortísimo plazo. Los gobernantes se apuran a mostrar resultados diarios, los empresarios hacen balances trimestrales.

Eso no significa que la impaciente pereza no haga nada. La impaciencia de la pereza consiste en que solo hace lo que se puede ver y tocar, lo que se puede mostrar al final del día o del trimestre. De hecho, la impaciente pereza hace muchas cosas; lo que pasa es que no hace las pocas cosas que hay que hacer para producir una transformación cualitativa y no, simplemente, para hacer más de lo mismo. La impaciente pereza trabaja mucho y produce poco, es multitarea pero evade lo fundamental.

El Colombiano, 21 de marzo

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