¿Quién gobierna una ciudad? La respuesta legal, simple y corriente, es el alcalde. La teoría política responde con otra pregunta: ¿quién controla las actividades que la gente desarrolla en ese territorio? ¿Quién gobierna a Medellín? Alguien puede responder con un giro común en la prensa; la gobierna el inquilino de La Alpujarra. Los realistas políticos sabemos que no es así y que para poner en duda ese gobierno no hay que ir a La Torre o Altavista.
Si la oficina del alcalde fuera el centro de una zona cuadrada con un kilómetro de longitud por cada lado, y dividiéramos la zona en cuatro cuadrantes nos encontraríamos con este retrato. Cuadrante uno: Desde La Alpujarra hasta el río y desde San Juan hasta Los Huesos o La 33, una zona moderna dominada por el estado y la empresa privada tradicional: el centro administrativo, EPM, Plaza Mayor y el Teatro Metropolitano. En los bordes de Otrabanda, Camacol y Sura.
Cuadrante dos, enmarcado por Carabobo y el río, desde San Juan hasta Colombia, dominios del comercio informal, abiertamente ilegal o en proceso rápido de legalización. Una zona que se mueve en el espectro que va desde El Hueco, Hollywood y nombres parecidos hasta Barrio Triste; el bazuco y el contrabando, los reducidores de motos, venta de materiales de construcción y vestuario, e importadores no tradicionales de mercancías chinas.
Cuadrante tres: de Carabobo hasta Córdoba y San Juan hasta Ayacucho. Un sector de comerciantes formales, centros educativos, sedes de empresas emergentes abandonadas por empresas tradicionales, residencias de clase media urbana arraigada y envejecida que resiste la marea alta de la informalidad que se controla desde el cuadrante dos. Allí están las sedes de la Policía Metropolitana, el Banco de la República y el Edificio del Café.
Las marcas del cuadrante cuatro serían el Cementerio de San Lorenzo, la glorieta de San Diego y alguna tienda de repuestos en La 33 con Carabobo. Una zona de minoristas de repuestos de motos y automóviles, en gran medida lavadores del robo de motos y automóviles; combinada con minoristas de cocaína, juego y prostitución (los más grandes están ubicados al sur); mezclada con minoristas legales y concesionarios de carros.
Una vista aérea de esta zona, con detalles de los techos y terrazas, de los patios y balcones que se pueden ver desde un dron o una imagen satelital darían una perspectiva de lo que se cuece detrás de las fachadas de las edificaciones de esta zona. A veces puede bastar una mirada atenta a través de los ventanales del metro cuando se encarama al viaducto del centro.
Los arabistas discuten si alpujarra significa indomable o pendenciera; “zona roja de vicio y depravación”, dijo la esposa de un ingeniero hace setenta años. Yo solo sé que el alcalde gobierna en una porción menor de ese kilómetro cuadrado.
El Colombiano, 23 de febrero
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