La Corporación para el Control Social – Contrial presentó esta semana en la Universidad Eafit los resultados de la Cuarta Medición de Capital Social en Colombia, con resultados para Medellín. Desde 1997 contamos con estas mediciones y con otras similares que buscan dar cuenta del estado de organización, cooperación y confianza de la sociedad civil. Una idea seminal de Alexis de Tocqueville que alcanzó cotas operativas con los trabajos de Inglehart, Coleman y Putnam.
Hay resultados negativos en cuanto a confianza en las instituciones, atomización o aislamiento de las personas y oportunismo en el comportamiento de la gente, es decir, aumento de aprovechados (una vieja figura por explorar). La conclusión no debe extrañar dados los procesos que vivió el país en los últimos veinte años. Incremento de la corrupción que golpea la legitimidad institucional, modernización que alienta el individualismo y la guerra que es caldo de cultivo de oportunistas.
Las buenas noticias provienen del hecho de que, después del 2011, repuntó la participación en organizaciones civiles, tanto en tradicionales, como los sindicatos, como en las nuevas, por ejemplo, ecológicas. El interés en la política ha aumentado y la notable participación en las cuatro elecciones de 2018 —no registradas en el estudio— representan un signo de vitalidad en la calidad de la ciudadanía.
Tres datos resultan inquietantes de cara al futuro inmediato del país: la convergencia entre desconfianza personal y desconfianza institucional que puede generar un ambiente de desorden y deterioro de la convivencia; el recurso más frecuente a las jerarquías y a agentes externos para la solución de necesidades y de conflictos, que puede resultar en un incentivo al caudillismo y a las salidas autoritarias; y el activismo de las iglesias que captan la confianza ciudadana como colaboradoras y mediadoras (hay menos creyentes pero más fervientes).
Los resultados de Medellín son mejores que los del país. En unos casos por franca mejoría de la actividad ciudadana: en Medellín la gente se siente más corresponsable con la gestión pública, lo que explica la benevolencia con la que tratamos a los gobernantes locales; y en Medellín hay un crecimiento sostenido en el interés por la política y en la participación. En otros casos, como el de la confianza interpersonal, por las caídas en el resto del país. Sin embargo, debe advertirse que en gran parte de los casos los indicadores empiezan a mostrar cierto deterioro desde 2011. Los peores números señalan un descenso grave en la solidaridad social y en las redes familiares.
Las mediciones de capital social tienen la ventaja de que ponen a la sociedad frente al espejo. Se da poco margen para culpar al Estado o a los llamados factores estructurales; interpelan de frente la cultura ciudadana y la calidad de las organizaciones civiles. Surgen preguntas serias sobre la estructura familiar y las internas de las empresas.
El Colombiano, 25 de noviembre
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