lunes, 22 de octubre de 2018

Educación privada

La constitución de 1991 estableció que los servicios públicos podrían ser prestados por entes no estatales. En tal categoría entraron los llamados servicios públicos domiciliarios y quedaron algunos que, como el trasporte y la educación, eran prestados por particulares desde los comienzos de la república. El lenguaje común es errático respecto a este hecho: todo el mundo llama trasporte público al que prestan buses y taxis bajo propiedad y administración de privados; pero en el caso de la educación se le dice privada a la que tiene ese mismo régimen.

Por tanto, es conveniente hacer aclaraciones básicas; como para un niño de cuatro años, expresión que Denzel Washington le espetara a Tom Hanks en Philadelphia (Jonathan Demme, 1993). Si mantenemos el símil del trasporte, en Colombia no hay educación privada, toda es pública; solo que una parte está bajo la propiedad y gestión del estado y otra no. Pero no luchemos contra el uso establecido en el lenguaje común y aceptemos la tipología de pública y privada.

La llamada educación privada es muy heterogénea. Hay al menos —en la educación superior— tres tipos de privados: propietarios con ánimo lucrativo o sea negociantes de la educación, comunidades religiosas e iglesias dueñas de instituciones educativas y fundaciones sin ánimo. Las universidades privadas más reputadas del país son del segundo y del tercer tipo, es decir, religiosas (Javeriana) o fundaciones (Los Andes). En estos casos, las instituciones no son propiedad de ningún particular y no generan utilidades; generan excedentes destinados a reinvertirse en el objeto misional.

Las instituciones privadas de educación superior tampoco son las ricas. Para 2017, por ejemplo, el presupuesto de la Universidad Nacional de Colombia triplicó el de la Universidad de los Andes. En las regiones, la diferencia entre la principal universidad estatal y la principal privada puede ser de cuatro y cinco veces. Un contraste fundamental es que mientras todos los colombianos pagamos las universidades públicas, las universidades privadas se financian con el aporte de las familias que matriculan a sus hijos y la gestión de sus administradores. Dicho de otra manera, las familias de clase media del país financian parte de la universidad superior pública y toda la privada. Los hijos del uno por ciento más rico del país no estudian en las universidades privadas, estudian en el exterior.

La sufrida clase media colombiana vive en el trance de pagar cada vez más impuestos, no recibir ningún tipo de ayudas para educación y, encima, recibir la crítica de algunos despistados que creen que la educación privada es un enemigo. Los fundadores y gestores de las instituciones educativas que no funcionan con dineros públicos son auténticos héroes sociales.

(Por si algo: hice mis estudios básicos y de grado en instituciones de religiosos, mis posgrados en universidad pública, y he trabajado en universidades públicas y privadas).

El Colombiano, 21 de octubre

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