El debate de esta semana en el Senado sobre la consulta contra la corrupción amerita una documentación detallada y juiciosa de los estudiosos del lenguaje y de la política. Como se sabe, el debate se propició por la recolección de más de cuatro millones de firmas promovida por la senadora Claudia López y terminó con la aprobación de la consulta para junio. Las posiciones de los partidos políticos, los congresistas y los comentaristas de prensa son un auténtico muestrario de artilugios para no tomarse en serio el principal problema del país. (Alguno dirá que es el narcotráfico, que es simplemente un eslabón de la cadena corrupta: los países menos afectados por el narcotráfico en el continente –Costa Rica, Chile y Uruguay– son también los mejor clasificados en transparencia y en indicadores democráticos.)
Empecemos por las mentiras: Roy Barreras en Blue Radio (18.04) dijo que la mermelada ha existido siempre y en todas partes, y que no es culpa de Juan Manuel Santos (Roy siempre cita un libro que vio en una librería dos días antes y los periodistas se quedan mudos). No señor senador. Los cupos indicativos los inventó Santos como ministro de hacienda de Andrés Pastrana en 2001. Roy o no sabe, lo que es probable, o se hace, pero los cupos indicativos son distintos a los auxilios parlamentarios que existieron en el pasado.
Sigamos con las inconsecuencias: cuando los senadores Robledo y López, y el candidato presidencial Sergio Fajardo tomaron las banderas contra la corrupción, políticos y comentaristas argumentaron que esa era una consigna vacía, que quién no iba a estar en contra de la corrupción y que, como consigna política, carecía de peso. Ahora el principal argumento para aplazar la consulta fue que si se hacía coincidir con las elecciones presidenciales Fajardo saldría favorecido. ¿No era una consigna vacía en la que todos estaban de acuerdo? ¿Si era tan inocua la propuesta por qué treinta senadores, todos de Cambio Radical, el conservatismo y el Partido de la U se declararon impedidos para votar? Es decir, toda la coalición que apoya a Germán Vargas Lleras (la misma que cobijó a Santos).
Uno entiende que políticos y congresistas hagan uso de todas sus mañas para atajar la lucha contra la corrupción puesto que, según Transparencia Internacional, son los partidos y el congreso los ejes de la corrupción colombiana. Pero que sean los periodistas los pregoneros de falacias demuestra el trasfondo cultural del problema. Los analistas de radio se dedicaron a decir que las medidas propuestas eran incompletas (falta una reforma política), que no evitan que otros tipos de corrupción (como nepotismo) se sigan presentando, que son insuficientes. Es el repertorio habitual de excusas para evitar cualquier medida seria.
Conclusión: no hay consenso ético ni voluntad política para atacar la corrupción. Por ahí puede perderse el país.
El Colombiano, 22 de abril
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