lunes, 16 de abril de 2018

Escuchando al prójimo

Al emprendedor: un asalariado, habituado a la comodidad de las transacciones electrónicas, antioqueño y –por tanto– cliente de Bancolombia, se queja de haber pasado las verdes y las maduras tratando de hacer pagos o retirar dinero. Más duro para el emprendedor que me cuenta que el banco no hizo los pagos de nómina convenidos, que le tocó ir a oficina física, que encima le cobraron más de 50 mil pesos por la transacción, que no le aceptaron explicaciones de ningún tipo. Los problemas en los sistemas del banco no fueron de un momento, ni de un día, se prolongaron de modo intermitente durante más de una semana. Hace cuatro años pasó lo mismo: el entonces presidente del banco pidió disculpas públicamente. Ahora no hubo disculpas. Yo, iluso, pensé que podrían descontarnos parte de los pagos de administración. En cualquier restaurante de pobre resarcen un mal servicio, ¿no lo puede hacer el banco más grande del país?

A mi amigo del No: mi amigo del No al plebiscito, no a las negociaciones con las Farc, no a la paz concreta, está desconcertado. Desde el 2 de octubre del 2016 tenía todas las cosas claras: allá Santos, acá Uribe; allá los del Sí, acá los de No; allá los que quieren implementar los acuerdos, acá los que los quieren volver trizas. No sabe qué hacer ni qué pensar. Santos se pasó por la faja la puesta en marcha de los acuerdos sobre tierras y sustitución de cultivos, es decir, las transformaciones reales que le servían a la población rural. El mundo empresarial le recomendó el modelo Forec para administrar los fondos de paz, pero él prefirió el modelo Odebrecht. Parece que habrá cárcel más pronto de lo esperado para un máximo dirigente de las Farc. Es decir, Santos ya hizo trizas los acuerdos. Entonces, se pregunta mi amigo del No, parece que ya no hay razones para votar por Iván Duque, Marta Lucía y Ordóñez.

Al colega académico: mi colega está feliz. Es consciente de que vive en una sociedad que no aprecia al maestro, ni a la academia, y que valora poco la educación. Al fin y al cabo hay modos más rápidos y lucrativos de ganar dinero y lograr posiciones de poder. El hecho de que en los foros presidenciales, donde saludan de doctor a todo el mundo, el único doctor de verdad sea Sergio Fajardo no le dice nada a nadie ni le incrementa los méritos. Doctor le decían en Cali a Gilberto Rodríguez Orejuela que sí fue capaz de poner presidente de la república. Pero mi colega siente ahora que la educación tiene un valor. Iván Duque dijo que tenía un título de Harvard sin ser cierto, un flamante senador liberal antioqueño se hizo pasar por abogado, un exalcalde de Bello falsificó su título de bachiller.

El Colombiano, 15 de abril

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