La gran obsesión territorial de las élites paisas durante más de una centuria fue Urabá. Tratándose de tanto tiempo los resultados son más que mediocres. Se logró administración política sobre la región, tras décadas de “epopeya” se hizo una trocha y de todo lo demás se encargaron los colonos, muchos de ellos chocoanos y cordobeses. Habrá carretera moderna –cosa que se le debe a Juan Manuel Santos– y puertos gracias a la iniciativa privada, en buena medida extranjera. Somos más flojitos de lo que creemos. Con el añadido de la desmovilización de las Farc, Urabá como meta está chuleada. Lo que sigue será el resultado de lo hecho.
El nuevo principal propósito de Antioquia debería ser el Nudo de Paramillo y los municipios que se asientan en él, principalmente Ituango. Ituango sigue siendo el “distrito mal conocido” del que hablaba Manuel Uribe Ángel pero puede ser la región de gran porvenir que avizoraba el sabio envigadeño.
Ituango concentra, como un fractal, las principales fallas del país: alta informalidad en la tenencia de la tierra (1 de cada tres predios), pobreza (81% de la población), instituciones débiles (municipio categoría 6), cultivos ilícitos (su área aledaña produce, con el Bajo Cauca, el 39% de la coca del país), incomunicación (de la cabecera a Santa Lucía son dos horas si no hay invierno), más víctimas que habitantes (44.587 registradas desde 1985), negligencia generalizada y sempiterna de las autoridades centrales y regionales.
Pero también reúne condiciones muy promisorias: el nudo es la principal estrella fluvial de Antioquia y Córdoba, y en sí mismo constituye un rico ecosistema que reúne todos los pisos térmicos y puede aprovecharse de sus conexiones con Urabá, Córdoba y Bajo Cauca. Cuenta ya con dos realidades representadas por las hidroeléctricas de Hidroituango, al occidente, y Urrá, al norte. Ahora tiene la enorme oportunidad que representa la desmovilización de los 240 guerrilleros del frente 18 de las Farc. Se acabaron las disculpas.
El hecho de que las Empresas Públicas de Medellín esté haciendo en Hidroituango una obra que equivale a todo lo que ha hecho en sus 60 años de historia demuestra la envergadura de la inversión que se está haciendo en la región y los retos que representa. También significa que Medellín no se puede sustraer de las responsabilidades sobre el futuro de esos municipios, no solo los de la zona de influencia de la represa.
Ituango será la prueba definitiva de la capacidad del Estado colombiano, y de Antioquia en particular, para integrar el territorio, construir instituciones legítimas y eficaces, generar riqueza con una perspectiva legal y sostenible, y proveer los bienes básicos a su población. Todo ello requiere, además de planes y obras, una visión de construcción de Estado y de paz, una nueva forma de ordenamiento del territorio y de relación con sus habitantes.
El Colombiano, 15 de octubre
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