lunes, 14 de septiembre de 2015

Refugiados

En 1972, Giorgos Dalaras –quien ha llegado a ser el cantante popular más importante de Grecia– grabó el disco Asia Menor. Una obra con letras de Pitágoras (no el filósofo) y música de uno de los más importantes compositores helenos, Apostolos Kaldaras. Tuve la oportunidad de conocer, y obtener, la bella edición de 2004 con textos en griego e inglés, gracias a un amigo de ese país. Los once cortes del disco hablan de la Catástrofe; la expulsión de los griegos que vivían en Turquía. Hubo millón y medio de desplazados y más de 300 mil griegos muertos. Pero no es de música que quiero hablar.

El ingente desplazamiento forzado hacia Europa, que ya supera cualquier fenómeno parecido después de la Segunda Guerra Mundial, se produce por las líneas de confrontación entre musulmanes y cristianos en África, y entre musulmanes en Oriente Medio. Europa es el centro de convergencia de los refugiados y de los mercaderes de personas que pueden haber ganado 160 mil millones de euros en el último lustro, según DW. En América, el mercado de migrantes a Estados Unidos mueve 12 mil millones de dólares al año, según la OIT. Pero no es de negocios que quiero hablar.

Las mafias de trata de personas son la última parte de la cadena de esta movilización de muchedumbres. En el comienzo de la cadena están las guerras y los abusos de gobiernos autoritarios. En América, las guerras de Centroamérica y los Andes y las dictaduras del Cono Sur expulsaron a millones de personas desde hace cuatro décadas. Estos casos fueron sistemáticos y poco deliberados. También los hubo episódicos y deliberados como la expulsión de ciudadanos indeseables por parte del régimen castrista de Cuba en los eventos conocidos como Camarioca en 1965 (entre 3 y 5 mil expulsados) y Mariel en 1980 (125 mil). Tal vez allí aprendió Nicolás Maduro como desplazar colombianos. Pero no es de política que quiero hablar.

Basta sentarse con un poco de atención a mirar las imágenes que ofrece la televisión internacional, las fotografías, a escuchar los testimonios de los refugiados. Basta releer la letra del cuarto corte del disco de Dalaras: “ser un refugiado es incluso más amargo que la muerte”. Y después, escuchar a quienes justifican el desplazamiento. Nadie en Colombia había justificado el desplazamiento forzado hasta que la Marcha Patriótica y algunos grupitos que se proclaman de izquierda salieron a decir que Maduro estaba en lo cierto y que había procedido correctamente. No es música, ni negocios, ni política, es humanidad. Dirigentes políticos que no conocen la compasión porque no les importan las personas y a quienes no les interesa saber que el arraigo es una necesidad profunda de los seres humanos (Simone Weil).

“En el lugar donde debería estar el padre, está la madre buscando a sus hijos”.

El Colombiano, 13 septiembre

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