Aunque no se haya acabado el año, las circunstancias obligan a realizar un pequeño corte para hacer un balance de la evolución de nuestra ciudad. Para ello echaré mano de algunos pocos datos relativamente recientes. A continuación reviso algunos indicadores, que no son más que eso pero tampoco menos, respecto a la economía, la seguridad y algunos bienes básicos locales.
Colombia tiene diez empresas entre las cien multilatinas, es decir multinacionales latinoamericanas. De esas diez, seis tienen su sede en Medellín –ISA, Nutresa, Sura, Argos, EPM y Bancolombia (El Colombiano, 22.09.14)– y de esas seis dos son públicas. Hace 30 años la industria manufacturera del valle de Aburrá estaba en crisis, hace 20 apenas estaba reestructurándose la economía regional y hace 15 la mayoría de las ciudades colombianas vendía sus empresas de servicios básicos.
A 31 de agosto, y según el Sistema de Información de Seguridad y Convivencia de Medellín, los homicidios en la ciudad ascendieron 478 y la tasa de homicidios proyectada para este año estaba en 29,4 por cien mil habitantes. Hace 25 años la tasa estaba en 380 y hace 12 años en 150. En los últimos 10 años Medellín dejó de ser sucesivamente la ciudad más violenta del mundo, de Latinoamérica y de Colombia. Hoy ni siquiera es la ciudad más violenta del valle de Aburrá.
Según la Encuesta de Percepción Ciudadana del proyecto Medellín cómo Vamos, la ciudad tiene hoy el indicador más bajo de percepción de pobreza de los últimos ocho años, y según los indicadores de calidad de vida de la misma entidad, Medellín es la ciudad colombiana de la muestra que más avances ha tenido en cuanto a igualdad social. Solo Medellín puso la décima parte de las viviendas de interés social que el anterior gobierno nacional se propuso construir y regalar.
Aparte de algunos aspectos ambientales, como la calidad del aire y la contaminación por ruido, es difícil encontrar un indicador en el cual la ciudad no haya mejorado significativamente. La transformación positiva de Medellín es ampliamente reconocida por expertos, gobiernos y medios, aunque se detectan fragilidades que hay que superar para afianzar este proceso.
Los pequeños escándalos que algunas personas, locales o extranjeras, tratan de armar, amplificados por la prensa, no pasan de ser eso: notas para sorprender a incautos. Ninguna ciudad americana medianamente importante carece de problemas de pandillas, tráfico de drogas ilícitas y prostitución. Tratar de ganar celebridad explotando estos problemas, sin el respaldo de diagnósticos rigurosos y sin intención constructiva, es una mala actitud.
La sociedad civil y las instituciones de Medellín deben fortalecer el modelo cognitivo que se ha venido creando en lo que va corrido del siglo: apertura para identificar las dificultades, creatividad para idear alternativas, cooperación para encarar soluciones. La crítica razonada y bienintencionada es útil, la otra desmoraliza.
El Colombiano, 28 de septiembre
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