El politólogo estadounidense Robert Dahl (1915-2014) popularizó la versión de que el poder social está repartido entre varios grupos. Wright Mills (1916-1962) sostuvo que esas élites distintas suelen ponerse de acuerdo alrededor de una visión y una idea de gobierno. El elemento común de toda la teoría política es la importancia decisiva de las élites en la dirección de la sociedad. En el populismo y el comunismo el poder está más concentrado todavía.
En Colombia es muy evidente que las élites de poder han estado fragmentadas por sectores y regiones, y que mantienen entre ellas disputas terribles por periodos largos que han impedido consolidar el Estado y la paz en el país. Si las Farc existen es más por la división y disputa de nuestras élites que por su popularidad o por su fuerza; si Colombia se rezaga cada día respecto a Ecuador o Perú –por decir algo– es por esta incapacidad de los grupos de poder.
En Antioquia, el narcotráfico rompió el consenso de las élites regionales y, después, las divergencias sobre el mercado y las instituciones agudizaron esa ruptura. Pero no es solo un problema de consenso. Los acontecimientos de los últimos dos años en Antioquia deberían suscitar una profunda reflexión. Recordémoslos: estafa de Interbolsa, condena a César Pérez García, condena a Oscar Suárez Mira, colapso de Space, llamado a juicio de Luis Alfredo Ramos. ¿Hay algo que explique la caída de sectores de este sector de las élites económicas y políticas de Antioquia?
Creo que la mejor explicación es que la crisis del narcotráfico puso a nuestras élites ante el dilema de optar por un modelo legal y moderno de gestión económica y política, frente a un modelo rentista y tramposo. Hoy se puede concluir que una parte de las élites antioqueñas no aprendió la lección de aquellos años y siguió bordeando los límites de la legalidad y la prudencia en sus actuaciones.
El trasfondo de esta crisis de algunos sectores de poder en Antioquia es un problema ético. No es que Interbolsa o CDO no supieran de finanzas o ingeniería, no se trata de que los caciques electorales conservadores o liberales carecieran de habilidades políticas, se trata básicamente de que sus escrúpulos frente a la ley y sus valores para la convivencia democrática no existían o eran muy débiles. Estas élites construyeron torres de arena y se les desmoronaron.
Esta diferencia entre élites se nota en la política. En Antioquia hay una cerrada disputa entre élites legales y otras aventureras. Pero el gran nudo gordiano está en la política nacional, pues nos estamos acostumbrando a un modelo de gobernabilidad en el que desde Bogotá se coordina con una mano adelante a las élites de mostrar y con una mano atrás a los mejores clientes de los tribunales de justicia.
El Colombiano, 4 de mayo
No hay comentarios.:
Publicar un comentario