El hasta hace poco presidente de Interbolsa aseguró a este diario que “no he tomado un solo peso de nuestros clientes para mi beneficio personal” (El Colombiano, 25.11.12). El actual presidente de la Bolsa de Valores, y miembro de la junta directiva de Interbolsa, Juan Pablo Córdoba aseguró a varios medios que “lo de Interbolsa se veía venir”.
Esas expresiones y sus correspondientes entrevistas se realizaron en un contexto en el cual los personajes tratan de persuadir al público de que el descalabro de Interbolsa es un asunto técnico. Jaramillo Correa recalca: “La situación del Grupo Interbolsa es producto de una equivocada decisión empresarial y no de un engaño”.
El gobierno y los dueños de Interbolsa están tratando de hacernos creer que el problema es pequeño. No lo es en magnitud ni lo es en sus implicaciones institucionales. Se habla de más de 180 mil inversionistas; hay dineros corporativos involucrados, pero también decenas de miles de personas naturales perjudicadas. Información extraoficial dice que el 25% de los fondos de empleados del país tenían dineros en esa empresa.
Jaramillo Correa dice que el caso de Interbolsa no se parece al de Bernard Madoff, pero las descripciones de ambos son idénticas. En los Estados Unidos se trató como una pirámide. Acá el procurador y un senador de la república han comparado el caso con DMG, es decir, como una estafa.
No tengo interés en la situación jurídica; me interesan más las aristas éticas del asunto. Aceptemos en gracia de discusión que nadie robó, aunque sabemos que el dinero no se esfuma, simplemente se va para otro lugar. Aceptemos también que no hubo dolo, sino sólo un mal cálculo técnico. ¿Significa esto que no hay implicaciones morales en el caso?
La palabra clave de la discusión es la que menos ha aparecido en los medios: responsabilidad. Mi respuesta va de la mano del filósofo alemán Hans Jonas (1903-1993). Jonas considera que la responsabilidad es el principal imperativo ético de nuestro tiempo y, así, se aparta explícitamente de Platón y Kant. Plantea que alguien es responsable cuando: a) tiene capacidad de decidir y producir cosas, b) cuando sus actos están bajo algún grado de control, y c) cuando es posible prever hasta cierto punto las consecuencias de esos actos. La responsabilidad deja de ser un asunto de entereza personal para convertirse en acción eficaz de cuidado de un objeto particular.
Evidentemente, el caso de Interbolsa se ha configurado como uno de suprema irresponsabilidad en el cual personas con poder y conocimiento actuaron sin cuidar los bienes que centenares de miles de personas les confiaron y defraudaron la confianza pública. Lo que incluye al presidente de la Bolsa que “venía venir” el embrollo y no hizo nada salvo, quizás, proteger lo suyo. Y el Gobierno, pues si Madoff tuvo su Bush, Jaramillo tiene su Santos.
El Colombiano, 16 de diciembre
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