Se está cumpliendo un año exacto de la doctrina que pretendió establecer la senadora Liliana Rendón de que si un hombre le pega a una mujer es porque lo tiene merecido (El Tiempo, 10.08.11). Este “aniversario” está rodeado de polémicas de diversos alcances.
Primero el gobernador de Antioquia decidió eliminar los reinados de las escuelas oficiales, después el congresista estadounidense Todd Akin planteó la tesis de la “violación legítima”, ahora el diario El País de España publica (23.08.12) una foto que muestra a muchachos egipcios persiguiendo y tocando mujeres en un mediodía callejero. Una encimita. Nuestra muy calmada canciller acuñó otra máxima a propósito del escándalo de Cartagena: donde hay hombres hay prostitución (El Espectador, 24.04.12).
Todas las discusiones que generaron estos hechos deben responder la pregunta ¿existe alguna relación entre estas cuatro (o cinco) expresiones públicas relacionadas con el trato a la mujer o son casos aislados? Mi respuesta es que son hechos conectados. Las conductas individuales siendo como son ejercicio de la libertad, la autonomía y la responsabilidad personal, también son resultado de unos patrones culturales heredados y reforzados, de unas normas de conducta existentes en las comunidades. La nuestra es la cultura del porque te quiero te aporrio.
Problemas serios de nuestras sociedades como la violencia contra la mujer y la discriminación sexual están asociados claramente con la vigencia de una cultura centrada en el varón y legitimadora de su agresividad. No hay que ser feminista para creer esto; de hecho yo no lo soy. Y frente a eso la educación puede hacer algo.
Algunas buenas conciencias se espantaron con la decisión del gobernador, pero nadie habló de lo principal. En un país con una educación mediocre en sus resultados, una de las jornadas escolares más cortas del mundo e inversión ineficiente en educación, las directivas escolares y los profesores se gastan los recursos públicos organizando reinados de belleza para estudiantes menores de edad.
Me parece que se equivoca mi buen amigo Alejandro Gaviria (El Espectador, 18.08.12) cuando cree que frente a esto solo hay dos opciones: la liberal, que respeta la libertad individual y la paternalista, que “pretende regular el comportamiento privado”. Hay al menos otras dos.
La primera es la dominante en la práctica. El corporativismo que hace que los funcionarios fomenten sus gustos particulares con los recursos públicos. No solo reinados de belleza, también equipos de fútbol, corridas de toros y otros. Finalmente está el gobernante educador del paradigma republicano que deja que los particulares sean libres pero que orienta las actividades que se hacen con recursos públicos. Fajardo no ha prohibido los reinados, ha dicho que no permitirá que los recursos públicos se destinen a reinados. Son dos cosas distintas.
El republicanismo respeta la libertad individual, pero promueve unas virtudes cívicas que contribuyan a mejorar la convivencia y a lograr mayores niveles de equidad, razonabilidad y autogobierno.
El Colombiano, 26 de agosto
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