Hay personajes que parecen ser muy conocidos por su vida pública, larga, notable o ambas. Pero en muchos casos se trata de una simple apariencia. Se conocen sus caras, sus voces y ciertos estereotipos establecidos por la opinión publicada o por los humoristas, pero poco más. Tal vez sea el caso de Angelino Garzón, quien pasa por una delicada situación de salud, que es, adicionalmente, un caso de Estado por su condición de vicepresidente de la República.
Conozco a Angelino desde hace más de 30 años y en cada década he trabajado con él al menos una vez durante un tiempo apreciable. Filosóficamente hablando eso no quiere decir que uno conozca a alguien, pero sí permite dar cuenta de algunas facetas de la persona.
Desde 1970 la vida pública de Angelino ha tenido tres grandes etapas: la de dirigente sindical hasta 1990, la de dirigente político desde 1980 y la de funcionario de gobierno desde el 2000. Ninguna de estas etapas fue plana. Empezó como dirigente en una central sindical comunista pero terminó fundando una central pluralista (la CUT) en 1986. Mantuvo su militancia comunista hasta 1990, después de haber llegado al cargo más alto al que podía aspirar un líder no histórico (léase viejo) del comunismo colombiano.
Su gran transformación política se produjo en la encrucijada de 1990. Cayó el muro de Berlín y se perdió el régimen sandinista en Nicaragua, el 22 de marzo asesinaron a Bernardo Jaramillo, sus camaradas descubrieron que las Farc espiaban a Jaramillo por la desconfianza que les producía y se salieron del partido comunista, el M-19 invitó a Garzón a entrar en su lista para la constituyente. En lo que me consta, estoy seguro que el mayor orgullo de Angelino es el de haber sido miembro de la Asamblea Nacional Constituyente, mucho más –creo– que ocupar la vicepresidencia.
En los últimos 20 años las convicciones de Angelino se construyeron alrededor de tres ideas fuertes: paz, democracia y concertación. En todas hizo contribuciones, pero la marca de su autenticidad es la concertación. La idea de que hay profundas diferencias de intereses y visiones en la sociedad que demandan espacios de diálogo permanente y voluntad de realizar acuerdos y hacer transacciones. Quizá no sepa Angelino, que esta es también la contribución de uno de los mayores pensadores de nuestro tiempo: Isaiah Berlin.
Pero para defender seriamente una idea como esta es necesario forjarse una personalidad apropiada. Angelino representa bien la moderación, la modestia y la conciencia del origen. Todavía era comunista cuando podía salir a comer con sus contradictores, después de una jornada de disputas agrias. Nunca se ha dado ínfulas, a pesar de una trayectoria tan peculiar y meritoria. Siempre recuerda su cuna bugueña y sus tardes dominicales de adolescente moviendo marcadores en el Pascual Guerrero, casi siempre dejando en ceros la tableta de su América. Estos son sus logros menos apreciados.
El Colombiano, 24 de junio
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