Desde tiempos inmemoriales se sabe de la importancia del deporte, el entretenimiento y el espectáculo en las sociedades. Desconfiadamente muchos creen que la expresión “pan y circo” es apenas una muestra de cinismo de las élites dominantes. Pero no. La vida sin pan puede ser dura, pero sin circo sería aburrida.
El fútbol ocupa el principal lugar global en la categoría circo. Más aun. Lamentando la decadencia de la Vuelta a Colombia, la inopia del boxeo, la falta de atención sobre deportes que en otras latitudes son exaltados, todo eso junto lo único que ha hecho es convertir al fútbol en el casi único esparcimiento del pueblo colombiano.
Este año la Dimayor decidió privatizar totalmente las trasmisiones de televisión. Ahora se anunció la creación de un canal futbolístico entre Direct TV y RCN. Esto ya sería la privatización definitiva e indefinida del espectáculo del fútbol colombiano. Pobre sí, lento, casi siempre torpe, pero es nuestro fútbol. El escenario donde busca oportunidades parte importante de nuestra juventud, la representación de identidades sociales y regionales, el principal medio para el uso del tiempo libre de las clases medias y bajas.
Los defensores del libre mercado podrán argumentar que se trata de un negocio legítimo entre empresas privadas. Ojalá fuera cierto. Todos los clubes profesionales viven en mayor o menor medida de los dineros públicos. No hay un solo equipo que no reciba dineros de las empresas industriales y comerciales del Estado, de alcaldías y gobernaciones, e incluso (una vergüenza) de una caja de compensación.
Un cálculo rápido me permite asegurar que los clubes de fútbol reciben al menos 100 mil millones de pesos al año que son dinero público. Contemos adicionalmente los gastos indirectos. Todos los equipos juegan en escenarios estatales, casi siempre mal arrendados. El simple gasto que supone dedicar una buena parte de la fuerza pública en cada fecha profesional y en cada partido incluyendo los de equipos de la B ya es alto.
Visto de esta manera la privatización de las trasmisiones televisivas del fútbol colombiano funcionaría de esta manera: todos los colombianos financiamos los clubes en patrocinios, escenarios y boletería, unos señores dueños de los clubes reunidos en una cosa llamada Dimayor le venden los derechos a los angelitos de Direct Tv y RCN, que después nos van a cobrar la trasmisión. En resumen, nos van a vender dos veces el mismo producto. ¡Eso no es libre mercado! Se trata de puro latrocinio.
La clave de todo este asunto la dio Hernán Peláez hace unos meses en un consejo a José Pékerman (El Espectador, 01.01.12): “Si Blatter, el terrorífico presidente de la Fifa, ya está cuestionado por sobornos y compra de votos, mal puede esperar que los discípulos de él sean mansas palomas”; los de Colfútbol “sólo piensan en el billete acumulado en Suiza y en la viajadera”.
El Colombiano, 3 de junio
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