No sabemos de ningún general que le haya atribuido la derrota a sus soldados, tampoco de ningún director de orquesta que achaque una mala presentación a los músicos, no conozco empresario que haya dicho que su quiebra se debía a los malos trabajadores. El tesoro de los técnicos de fútbol ha sido la responsabilidad: cuando pueden decir, casi como en una fórmula ritual, “no fui capaz” o “yo respondo”.
Juan José Peláez ha roto esta regla sagrada de las personas que dirigen equipos de trabajo. Ha renunciado a la Camiseta Sagrada echándoles la culpa a los jugadores. Denigrando de su personalidad, formación y profesionalismo. Se trata de una auténtica vergüenza, pues Peláez contaba con una nómina que con muy pocas excepciones estaba integrada por jugadores seleccionados nacionales en diversas categorías, campeones o finalistas en diversos torneos. Es decir, jugadores que han triunfado con otros técnicos.
Lo peor es que cuando asumió la dirección técnica del Poderoso, recibió un regalo que no le dan a ningún técnico en el mundo: lo dejaron cambiar casi totalmente la nómina del equipo. Cuando Peláez recibió, en junio del 2007, el Medellín jugaba con López; Ricardo Calle y Choto, López y Velandia; Torres y Jaramillo; Morantes y Castrillón; Serna y Valoyes. Terminó jugando con Bobadilla, Elkin Calle y Madera, Aguilar y Sanabria; Ortiz y Quintero, Pérez y Corredor; Diego y Jackson. Él escogió los jugadores que después, dizque no lo entendían, tuvo dos torneos y en los dos dio lástima. En el uno eliminado y en el otro disputando una semifinal vergonzosa, con estadios medio vacíos.
Bien ido. Ojalá no vuelva.
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