Dos estudios recientes apuntan a destacar la confianza como uno de los factores más determinantes para el bienestar de cualquier sociedad. Tema que en el país hemos merodeado algunos académicos, pero que carece de interés entre tecnócratas, administradores y políticos.
Empiezo con las conclusiones más protuberantes del trabajo producido por el Banco Interamericano de Desarrollo, publicado en enero pasado. “Ya se trate de los demás, del gobierno o de las empresas, la confianza en la región es menor que en cualquier otra parte del mundo”; esos bajos niveles de confianza atentan directamente contra el crecimiento económico y la innovación, y afectan la calidad de la democracia. Aunque los estudios sociales disponen de muchas nociones de confianza todas convergen en un contenido central que, en esta investigación, se define como “la creencia de que otros no actuarán de manera oportunista” (“Confianza: la clave de la cohesión social y el crecimiento en América Latina y el Caribe”, BID, 2022).
El segundo es un estudio abrumador —177 países y un número aún mayor de investigadores— publicado hace tres semanas en The Lancet, una de las revistas con mayor impacto en el campo médico. Dada la enorme variación de las infecciones y muertes por Covid-19, los investigadores se propusieron estudiar las condiciones asociadas con la propagación o contención de la enfermedad. Incluyeron factores demográficos, sanitarios, económicos, ambientales y sociales. ¿El resultado? Sorprendente. Los países y regiones con mayores grados de confianza en el gobierno y en otras personas tienen menos infecciones y mayores tasas de vacunación. La baja incidencia de la corrupción tiene relación directa con tener menos enfermos, más vacunados y mayor acatamiento de las normas gubernamentales. Este grupo partió de considerar la confianza como un recurso compartido que les permite a redes de personas hacer colectivamente cosas que no se logran de forma individual (“Pandemic preparedness and Covid-19”, 01.02.22).
Los índices de confianza en Colombia están por el suelo hace años y empeoran; los datos del BID nos ponen en ese penúltimo pelotón continental del que no salimos hace rato. Para otra fuente, remito a la revisión que hizo Alberto Velásquez sobre la Invamer Poll (“¿Por qué el pesimismo?”, El Colombiano, 23.02.22). Respecto a las consecuencias, veamos economía y pandemia. El impacto de la desconfianza en la economía se aclara con un examen juicioso del PIB. La bulla del gobierno con el incremento del 10,6% en el PIB 2021 se reduce, en realidad, a un 2,8% más respecto del 2019. Se trató de un “rebote de la economía” más que “del buen funcionamiento de políticas de desarrollo productivo” (Mauricio Uribe, “Vendedor de específicos”, La Patria, 18.02.22). En vacunación completa estamos, según Johns Hopkins University, igual que en la eliminatoria al mundial de fútbol: séptimos entre diez.
La confianza es una construcción institucional y cultural que requiere tiempo y acciones en múltiples esferas. La Universidad Eafit publicará pronto un estudio enfatizando en estos aspectos.
El Colombiano, 27 de febrero.
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