El 85% de la gente cree que la situación en Colombia está empeorando; el 65% para el caso de Medellín (Invamer Poll, 02.22). Este ambiente de pesimismo se corresponde con los indicadores sociales del país, que retrocedieron más de una década. Pero, como suele suceder, a unos les va peor que a otros: a los pobres y a los habitantes de zonas rurales, a los pobres y a los jóvenes de las ciudades. Me ocupo de estos últimos.
Las condiciones del mercado laboral para los jóvenes empeoraron en los dos últimos años, siendo el segmento poblacional al que históricamente le va peor: “una alta tasa de desempleo, disminución de las horas de trabajo, reducción de los ingresos y, por ende, una reducción del potencial productivo y desviación de las rutas de desarrollo de toda una generación” (Jairo Galvis, Universidad Nacional, 2021). El 47,8 % ni estudiaba ni buscaba trabajo. Según Medellín cómo vamos, el 59% de los medellinenses cree que es difícil encontrar trabajo y apenas el 22% cree que es fácil emprender actividades independientes (“Encuesta de percepción ciudadana de Medellín”, 2021).
Ni hablar de educación. Después de dos años de pandemia, la educación y la cultura siguen siendo los más abandonados entre los bienes básicos. Quinta entre las cuarentenas más prolongadas del mundo, Colombia se mantuvo en la media latinoamericana de castigar a los niños y a los jóvenes con el cierre de los establecimientos educativos, más largo en las instituciones públicas, incluyendo universidades. Un total de diez millones de afectados, “solo el 49% tuvo acceso a plataformas educativas”, “83% de los estudiantes dedicaron menos de 5 horas a estudiar”, graves retrocesos en lectoescritura, aumento del riesgo de deserción y graves problemas de salud emocional (García, Maldonado y Abondano, Universidad de los Andes, 2021).
La situación de los jóvenes pobres antes de la pandemia ya era descorazonadora pues, según la OCDE, sus familias deben trabajar durante 12 generaciones para mejorar su condición socioeconómica (“Movilidad social, una materia pendiente”, Forbes, 22.05.20). Además, como concluyó el sociólogo Norbert Elias (1897-1990), la situación de los jóvenes de clase media no se puede reducir a los factores socioeconómicos. Hay otros factores importantes como “las limitaciones en la búsqueda de sentido, de un propósito satisfactorio” que, cuando no obtiene salidas, conduce a la autodestrucción y a la destrucción de la sociedad (The Germans, 1996). La juventud colombiana está siendo ahogada en sus libertades, no solo por el gobierno, también por una sociedad retardataria que castiga sus preferencias artísticas, sexuales, reproductivas y políticas. La respuesta violenta a las protestas de 2019, 2020 y 2021 fue solo la muestra sangrienta de este cerco a los jóvenes.
Durante la crisis de la década de 1980 ocupó un lugar central la pregunta por los problemas de la juventud y la acción frente a los mismos. Hay siete millones de nuevos votantes surgidos en la última década buscando respuestas.
El Colombiano, 20 de febrero
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