lunes, 28 de junio de 2021

127

Con su rostro en primer plano el detective inspector Fred Thursday comenta: “Si el guardián no protege la ciudad, en vano vigilan los centinelas”. El comentario está dirigido a la audiencia, aunque a su lado se encuentre su pupilo, el joven detective Endeavour Morse. Fue el final de un capítulo intermedio de una de las más recientes temporadas de Endeavour, una serie de televisión basada en personajes del escritor Colin Dexter. La frase se justifica porque Oxford está viviendo una ola criminal que claramente involucra a funcionarios corruptos y Thursday apunta a que ese tipo de problemas vienen de arriba.

Cualquier persona con una socialización cristiana identificará en la Biblia esa sentencia. Se trata del salmo 127. Para los exégetas que no derraman una gota de sudor el guardián no es otro que el Señor, con sus diferentes nombres. Thursday, que es un hombre creyente, ofrece una interpretación que baja el texto a los niveles terrenales, como correspondería si fuera cierto que su autor es el rey Salomón. El guardián es el jefe de la ciudad, los centinelas son los funcionarios que están bajo su mando.

El detective nos plantea un problema de filosofía política: si el gobernante es malvado o incapaz, no habrá solución seria posible a los líos que se presenten en otras instancias subordinadas. Es una discusión clásica, ¿instituciones o individuos? Por ahora se puede zanjar de la siguiente manera: en organizaciones centralizadas y jerárquicas la calidad de los dirigentes afecta significativamente el desempeño de las mismas. Eso pasa en las corporaciones y en los regímenes presidencialistas (aunque no solo en estos, como lo demuestra el caso de Silvio Berlusconi en Italia).

El economista turco Daron Acemoglu sostiene que uno de los problemas más serios que tienen las empresas es el poder y los beneficios de los gerentes, en detrimento de accionistas y partes interesadas (“CEOs are the problem”, Project Syndicate, 02.06.21). Acemoglu apela a remedios clásicos como reducción del poder discrecional, control con posibilidades de sanción, más líneas rojas claras y “mayor presión de la sociedad civil”. Todo esto aplica a los gobernantes; el problema es que en la administración pública esas limitaciones ya existen, pero la concentración de poderes y la corrupción impiden que sean eficaces.

Otra discusión es la que se plantea sobre el gobernante malvado y el incapaz. Ortega y Gasset lo tenía claro y, sin citarlo, el economista italiano Carlo Cipolla también. El estúpido es peor que el malvado, porque el malvado beneficia a algunos y el estúpido perjudica a todos, porque el malvado necesita tiempo para maquinar y el estúpido hace daño aun durmiendo. Esta discusión se da sobre la base de que todavía es posible un escenario peor, es aquel donde nadie manda, donde hay vacío de poder y pérdida de legitimidad de la autoridad.

El Colombiano, 27 de junio

lunes, 21 de junio de 2021

Tiempos políticos

Vivimos tiempos saturados de política. Se politizaron con justificación antiguos asuntos privados (sexo, violencia, ambiente) y de forma delirante algunas formas comunicativas (humor, lenguaje, arte). Los amigos se distancian, las familias se rompen, buenas personas quisieran matar, por cualquiera contrariedad política. No siempre es así y no debiera ser así.

La política es un fenómeno irreductible en la sociabilidad humana. No se puede vivir sin política, pero hay épocas en las que la política va a la trastienda, se invisibiliza y deja el escenario a las otras facetas de la vida: la producción, el comercio, el arte, la diversión, el ocio. Lo privado y lo íntimo se expanden. Lo público se vuelve etéreo; no es que desaparezca, deja de ser conflictivo y, entonces, no parece que existiera gobierno sino solo administración.

Tiempos como esos vivió el mundo desarrollado, brevemente entre algún año de la década de 1980 y, digamos, el 2016. En otros países ese periodo fue más corto o, como en Colombia, toda la energía política se concentró en la guerra y los demás asuntos permanecieron neutrales. Durante esas pausas el manejo del mundo parecía una cosa de administradores y abogados. Todo técnico en ascenso tenía que coronarse un MBA, todo humanista activo debía incurrir en el derecho, como marco regulador estatal o global. Y eso porque los estados habían concedido más espacios al mercado, lo nacional se desvanecía en favor de lo global; menos acción, más gestión; menos pensamiento, más planes, leyes y normas ISO.

Ahora ha vuelto la política; con ella vuelven a la palestra el estado, las fronteras, la esfera pública, los movimientos sociales. Son más relevantes las habilidades comunicativas que las ejecutivas, es más importante la palabra que los números, la comprensión desplaza a la información, las virtudes son más valiosas que las competencias, los valores son más necesarios que las metas, la estrategia vale más que el resultado inmediato.

Pero la política también tiene su lado oscuro: mentira, intolerancia, pugnacidad, violencia. Los colombianos creímos que todos los males de la política y sus peores consecuencias se debían a la acción de los grupos armados ilegales con sello ideológico. Ya nos dimos cuenta de que no, ya sabemos que ellos solo representaban el punto extremo de unos vicios que corroen a toda la sociedad. 

Durante tres siglos vivimos en la falsa dicotomía entre consenso y conflicto. Los consensos son casi utópicos, los conflictos son fruto cotidiano. El reto de la política contemporánea es abordar el conflicto —lección de Estanislao Zuleta, hace casi cuarenta años. El sistema democrático, en su versión más fecunda, es la forma más reciente y refinada de resolución de conflictos. Pero no solo de instituciones vive la política, se requiere una cultura democrática. Los dramáticos problemas que estamos presenciando nos ponen de presente un déficit en ambos sentidos.

El Colombiano, 20 de junio

miércoles, 16 de junio de 2021

Co-herencia: Guerra civil y construcción de paz


Co-herencia
Vol. 18 Núm. 34 (2021): Guerra civil y construcción de paz
Publicado: 2021-06-08

Editores invitados: 
Jorge Giraldo-Ramírez (Universidad EAFIT) y Juan-Luis Suárez (Western University)

Este número de la revista Co-herencia quiere invitar a una reflexión humanística sobre la manera en que ciertos fenómenos afectan las prácticas existentes de construcción de paz, crean escenarios en los que la paz se ha de imaginar en relación con diferentes violencias y conflictos internos, y desarrollan un nuevo lenguaje para legitimar el ejercicio de la violencia.

Acceso al número aquí

lunes, 14 de junio de 2021

Un día como hoy

El 13 de junio de 1953 entró Gustavo Rojas Pinilla al Palacio de la Carrera, que era la casa de los presidentes de Colombia. Aunque técnicamente se trató de un golpe de estado, el nuevo gobernante fue recibido con alivio por la mayoría de los sectores políticos y sociales del país. En medio de la guerra civil partidista era bienvenido un discurso moderado que invitaba a la concordia y que podría ayudar a que la vida política volviera a la normalidad que se había perdido a mediados de la década anterior.

Rojas no era un político, era un técnico. Era general de un ejército en el que se había desempeñado como ingeniero y había sido director de Aerocivil. Estudió ingeniería en Estados Unidos y debía hablar en un inglés fluido, aunque no sé si era aficionado a pronunciar discursos en ese idioma. La dirigencia nacional de la época debía esperar un gobierno corto, estabilizador, que diera paso con prontitud a la normalidad institucional. Su primer año de gobierno ayudó a sostener esas expectativas.

El gobierno de Rojas no fue capaz de consolidar la paz que logró con las guerrillas liberales y pronto abocó al país a una nueva ola de violencia política. A la par con la censura de prensa, acrecentó los medios de información y propaganda oficial; creó la televisión e inauguró el uso palaciego de la misma, normal desde entonces, con ciertos periodos de abuso. Las manifestaciones callejeras de oposición fueron tratadas a los balazos; de ellas, las más célebres fueron las jornadas de junio de 1954, pero no fueron las únicas. Algunos muertos fueron ocultados y otros justificados porque habían atacado a la fuerza pública.

Cuando la crisis se agudizó y el presidente dio muestras de querer atornillarse en el poder, prolongando su mandato, las fuerzas políticas reviraron. Los viejos antagonistas se unieron y crearon un frente opositor. Entonces se convocó un paro nacional en el cual los sindicatos y el empresariado le pusieron el pecho a la brisa. Eso fue el 6 de mayo, al quinto día, el 10 ya el presidente estaba fuera de juego y lo remplazaba una junta militar. No fue la primera ni la última vez que sectores empresariales y de los partidos tradicionales apoyaron un paro.

1957 terminó con un plebiscito para validar una gran reforma política que eliminó la vieja enemistad partidaria. Poco después el Poderoso DIM logró su segunda estrella y terminó el que García Márquez —por razones que no entiendo— llamó “el año más famoso del mundo”. Esta columna debería haberse publicado el 10 de mayo, día que echaron a Rojas, pero no cayó domingo. Las efemérides redondas me interesan, por lo que es un poco extraño esta reminiscencia de cosas que pasaron hace 64 y 67 años, pero la mente es traviesa.

El Colombiano, 13 de junio

jueves, 10 de junio de 2021

¿Quién logrará hacer las reformas?

¿Quién logrará hacer las reformas que el país necesita?

por Contexto | Jun 8, 2021

Por Jorge Giraldo Ramírez

¿Será el centro o la izquierda? A propósito de la entrevista de Contexto a Malcolm Deas y el futuro de las elecciones presidenciales en Colombia.

Cualquier conversación con Malcolm Deas sobre Colombia despierta comentarios y la más reciente con Contexto no es una excepción (“En Colombia no habrá revolución, pero toca hacer reformas”, 13.05.21). Una conversación telefónica no basta y tres líneas de correo electrónico menos, de tal modo que —como a cualquier intelectual decimonónico— me queda la nota escrita para ampliarla.

Artículo completo aquí

lunes, 7 de junio de 2021

Unos versos de Louise Glück

Están solas en la fuente, en un pozo oscuro.
Han sido exiliadas del mundo de la esperanza,
Que es el mundo de la acción,
Pero el mundo del pensamiento aún no se ha abierto para ellas.  
Cuando lo haga todo cambiará. 
Pueden ser los versos medulares de un poema de Louise Glück perteneciente a su más reciente libro Una vida de pueblo (2020).

La fuente es el punto de atracción de la gente del pueblo y puede imaginarse en el centro de una plaza como cualquiera de las nuestras. Ahora es un pozo oscuro, lugar de reunión de personas retiradas, jóvenes en edad de enamoramiento, mujeres con hijos pequeños aún. Es oscuro el pozo por ser lugar del más triste de los desarraigos, si hacemos caso a un lugar común, el que resulta de la pérdida de la esperanza. Glück, en otro poema, ofrece el panorama menos sombrío de una esperanza estacional, que viene y que se va. La oscuridad parece ser resultado de la convergencia de avenidas cuyos nombres la poeta no disimula: la avenida de la Fe Rota y la de la Decepción, la avenida del Tiempo Perdido.

La esperanza es el mundo de la acción, mas no de cualquiera. Esa gente sin esperanza hace cosas. Hacer cosas es una manera trivial de esperar, dice el I Ching, hacer cosas pequeñas que liman los relojes, cosas que ayudan a sosegar la mente, a distraer el espíritu. El mundo de la acción no tiene nada que ver con el practicismo, elevado hace poco a valor incuestionable. El practicismo, definido por la Real Academia, como pensar o actuar ajustándose a la realidad. Ajustarse es someterse. Hacer cosas es una forma de evitar la desesperación, poco más. Si esto suena raro es porque aprendimos mal el mito de la Caja de Pandora; no, no fue la esperanza lo quedó, fue la espera.

La esperanza es algo menos concreto y más grande. Pertenece al mundo de la acción, pero no al del trabajo. Tal vez Glück comparta con Hannah Arendt la tesis de que la vida activa es una cosa distinta de la vida laboral; la acción hace florecer la humanidad de los seres humanos, el trabajo ayuda a conservarnos, en el mejor de los casos. Para la filosofía toda la diferencia está en el sentido. Nuestra poeta señala el mundo del pensamiento. Cuando accedan a este mundo, todo cambiará. Cambiará porque solo desde la esfera del pensamiento pueden cruzarse las puertas del mundo de la acción.

Todo cambiará. Al otro lado de la fuente verán con ojos nuevos la avenida de la Libertad, que no es llana, que no les saca a un campo abierto, es pedregosa; la avenida de la Libertad que los pone al pie de una montaña y los desafía.

El Colombiano, 6 de junio

miércoles, 2 de junio de 2021

Un mes de revuelta

SILLA ACADÉMICA
Movimientos Sociales 

“Lo que ocurre es una cuestión de orden existencial, más que de orden público”: 
Andrés Parra

Por 
NATALIA ARBELÁEZ JARAMILLO | CAMILA DELGADILLO CHACÓN | MANUELA GALVIS · 02 DE JUNIO DE 2021


La violencia contra la infraestructura pública y las intervenciones en el espacio público se ha intensificado en la nueva jornada de paro. Así lo muestran las fotos del recorrido que hicimos por varias zonas de Bogotá.
Las manifestaciones van desde los murales que han cubierto muchas calles de la ciudad, los grafitis con mensajes de indignación o con simples garabatos, hasta los daños en estaciones de Transmilenio que hoy tienen fuera de funcionamiento al menos 53 de ellas, cerca de una tercera parte.
Y aunque este tipo de manifestaciones genera mucho rechazo -según la última Invamer Gallup, un abrumador 95 por ciento de los encuestados están en contra- siguen ocurriendo.
¿Por qué lo hacen algunos manifestantes? ¿Dónde se pueden trazar límites? ¿Un grafiti es violento? ¿Tiene sentido seguir evaluando si las manifestaciones son pacíficas? ¿Qué se entiende por tales? 
Son algunos de los interrogantes que tenemos los periodistas de La Silla Vacía en nuestro propio cubrimiento. Para tratar de resolverlos, La Silla Académica invitó a tres académicos que han reflexionado sobre el tema: Yolanda Sierra, profesora del Departamento Derecho Constitucional de la Universidad Externado, restauradora del patrimonio cultural y autora del artículo “El concepto de litigio estético”; a Andrés Parra, profesor de teoría política de la Facultad de Ciencias Sociales de Los Andes y autor de: “La Crítica de Walter Benjamin al positivismo” en proceso de publicación; y a Jorge Giraldo, decano de Humanidades de EAFIT y autor de “Corazones partidos. Una revaluación de las revueltas pasionales”.
A partir de la conversación que tuvimos con ellos, presentamos estas cuatro claves para entender la complejidad de lo que está pasando y, a su vez, cómo cubrirlo periodísticamente.