Empieza Jorge Orlando Melo las conclusiones de su Historia mínima de Colombia (2017), diciendo que “la mirada de conjunto a Colombia desde la Independencia permite ver un desarrollo económico rápido y mejoras notables de las condiciones de vida de la población, en especial después de 1850. Esto fue obra sobre todo de los ciudadanos”. De los ciudadanos más que del estado, es decir, del esfuerzo familiar, asociativo y empresarial. En Medellín no fue diferente y es, básicamente, nuestra historia, incluyendo la de Empresas Públicas de Medellín.
El brusco despido del Gerente de EPM, anunciado por un medio independiente dos semanas antes y negado categóricamente por el alcalde, fue un acto grotesco pero ante todo la muestra de la situación en que está la gran empresa de los antioqueños. En la entrevista que le realizó el periodista Juan Diego Ortiz de El Colombiano contó el señor Álvaro Rendón la forma intrusiva, arbitraria y personalista como el alcalde se comporta en EPM. En nombre de una lucha fantasiosa contra el empresariado antioqueño, Daniel Quintero está realizando la peor de las privatizaciones posibles: la apropiación de una empresa pública por parte de un individuo.
EPM es la pieza más visible y estratégica entre todos los objetos atacados por el alcalde, pero no es el único. Hace poco han salido a relucir los casos de Buen Comienzo y el Jardín Botánico. El programa Buen Comienzo está siendo destrozado, perjudicando a los niños más pobres de Medellín para favorecer a una empresa contratista vinculada con los peores políticos de Bello. El Jardín Botánico está siendo asfixiado económicamente con la suspensión de todos los contratos municipales, ¿a quién se los dará?
Detrás de cientos de programas e instituciones como estas hay cientos de organizaciones de la sociedad civil tan antiguas y venerables como la Sociedad de Mejoras Públicas o la Fundación Carla Cristina. El programa político del alcalde Quintero es copar las instituciones y programas del municipio de Medellín, tomar la nómina, canalizar los presupuestos o, directamente, favorecer bolsillos particulares por donde se puedan capturar las rentas públicas. La única manera de hacerlo es destruyendo el tejido asociativo y empresarial que ha hecho posible el mejoramiento de las condiciones de vida de los medellinenses y nuestro desarrollo económico, para usar las expresiones de Melo.
Los antioqueños nos resignamos a que algunos alcaldes hicieran y deshicieran en La Alpujarra, creyendo que esa era su casa y que parte del precio a pagar era con la burocracia para la clientela y el 15% para el jefe. Quintero empezó haciendo y deshaciendo a un costado, en el edificio inteligente, con el aplauso de algunos incautos. Ahora hace y deshace a lo largo y ancho de la ciudad, a costa de los sectores populares y las entidades cívicas que la construyeron. Y le faltan tres años.
El Colombiano, 7 de febrero
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