lunes, 1 de junio de 2020

Una mirada conservadora

Ideológicamente, Colombia fue dirigida durante gran parte del siglo XX bajo premisas de lo que pudiera llamarse un conservatismo liberal. No hablo de los acuerdos entre partidos, sino de la convergencia que unía a la dirigencia colombiana en cuanto a las líneas gruesas del proyecto colombiano. Las palabras que definen este proyecto son mediocridad económica (orientada más a la estabilidad que al desarrollo) y gradualismo político (a veces, reformas puntuales; la mayoría, paños de agua tibia).

Esta semana, dos de los talentos más sobresalientes de ese consenso conservador liberal se lanzaron contra el gradualismo, a propósito de la posición del gobierno nacional y de sus consecuencias en el futuro inmediato. Ellos son Juan Camilo Restrepo y Carlos Caballero Argáez, muy cercanos a Belisario y Andrés Pastrana, estudiosos de nuestras instituciones económicas, con amplia trayectoria como funcionarios públicos. Restrepo dijo: “la crisis es de tal magnitud que no podemos engolfarnos en un gradualismo válido para otras épocas, pero que los tozudos hechos están desbordando” (“¿Cicatería?”, El Nuevo Siglo, 24.05.20). Caballero, por su parte, afirmó: “no es viable continuar con el gradualismo colombiano, en medio de una tormenta desconocida en su intensidad y en su duración” (“¿En dónde están los dirigentes?”, El Tiempo, 22.05.20).

Mientras Restrepo se hacía preguntas sobre el corto plazo, Caballero ponía la mirada en el mediano, hacia un nuevo contrato social “que construya una sociedad más equitativa, más incluyente, redistributiva, menos corrupta, más respetuosa de la diversidad y las diferencias, con un Estado y unos gobiernos más activos, y todo ello dentro de las libertades y la democracia”; una vía que nos aleje de la tentación autoritaria que nos acecha ya y del populismo que espera su oportunidad.

El 26 de mayo, pocos días después de las columnas de Restrepo y Caballero, el ministro de hacienda defendía el gradualismo y decía que las reformas había que dejarlas para la próxima emergencia (“Renta básica para hogares, sí, pero no en esta emergencia: Minhacienda”, El Tiempo, 26.05.20). La Unidad de Inteligencia de The Economist sugirió esta semana que la disyuntiva de los países era endeudarse y aumentar el gasto público o esperar “la destrucción generalizada de la capacidad productiva durante la epidemia”.

Está clarísimo que el presidente Iván Duque está entre la minoría que prefiere esperar a ver qué se salva de la debacle. Restrepo, con mucha benevolencia, dice que lo que está haciendo es insuficiente; Caballero ni siquiera lo interpela porque, dice, Duque va a darle manejo hasta el 2022. Esa es nuestra lamentable situación. Al gobierno no le preocupan ni la población pobre y vulnerable ni el sector productivo. El gobierno está filado con el Consenso de Washington, un conservador de antaño preferiría la doctrina social católica.

No es lo que vemos. En un país sin liberalismo robusto, nos hemos quedado también sin conservadores serios.

El Colombiano, 31 de mayo.

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