Como decía hace ocho días, las organizaciones deben jugar un papel significativo en el cambio social. Con solo cambiar las fechas de liquidación de nómina, las empresas de un país africano (¿Burundi?) lograron que sus trabajadores le dieran prelación al pago de la matrícula de los hijos; un acuerdo entre un intermediario financiero, locales comerciales y el metro de Londres ha permitido descongestionar el trasporte masivo en las horas pico. Son ejemplos de lo que una organización puede hacer para contribuir a la solución de problemas nacionales o locales, sin recurrir a las prohibiciones, los mandatos u otro tipo de regulaciones.
La reciente emergencia ambiental de Medellín dejó perplejas a la mayoría de, por no decir a todas, las organizaciones significativas de la ciudad. En condiciones similares, París o Santiago hubieran cancelado clases en las instituciones educativas durante varios días. ¿Por qué nuestras entidades no lo hicieron? Seguro, por simple inercia. Pero se hubiera podido. Las empresas —donde se habla de teletrabajo todos los días— no acudieron a la promoción del trabajo desde el hogar para aliviar la presión sobre la calidad del aire. Sabiendo que tenemos una estacionalidad riesgosa en marzo y octubre, ¿por qué no adecuar los calendarios escolares y otras actividades masivas, como parte de una iniciativa privada?
Si las autoridades públicas no se atreven a tocar a los Centros de Diagnóstico Automotor, ni a los trasportadores con los vehículos más contaminantes, las organizaciones privadas podrían. Bastaría con establecer tarifas diferenciales para los distribuidores —de bebidas, por ejemplo— incentivando a quienes utilicen los medios más eficientes desde el punto de vista ambiental. Algo similar podríamos decir de lo que pueden hacer los comerciantes con las recuas de motociclistas que operan como domiciliarios.
Cosa análoga sucede con el problema de la movilidad. Según el estudio INRIX 2018, Medellín tiene la séptima peor movilidad de América Latina. Algunos gremios se oponen a las regulaciones de tránsito a pesar de que se sabe que “la congestión… golpea el crecimiento económico y disminuye nuestra calidad de vida” (“Estas son las ciudades con peor congestión vehicular”, CNN Español, 14.02.19), lo que demuestra que la estupidez no conoce clase social. ¿Por qué casi todos los colegios tienen la misma jornada? ¿Qué pasaría si empezaran una hora más tarde? Sé de empresas que han empezado a cambiar sus políticas de parqueaderos para estimular el trasporte público, aunque cabría preguntar por qué las empresas tienen tantos parqueaderos. Otras organizaciones están procurando la promoción del carro compartido.
Las organizaciones privadas, al margen de lo que hagan o dejen de hacer los alcaldes, deben contribuir a la solución de los problemas de cooperación social (ruido, uso del agua y el espacio público, convivencia, son otros). Si seguimos como vamos en movilidad y aire, Medellín puede perder lo que ha ganado en este siglo.
El Colombiano, 7 de abril
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