Hay apellidos que son plagas universales, como García o Rodríguez, los más extendidos en Iberoamérica; hay otros que son plagas regionales como Giraldo. En este caso es inevitable la curiosidad por conocer los vericuetos que hicieron que esa palabra que portamos se hiciera nombre y que, después, se enquistara en una región determinada. Tal cosa pasa con Giraldo, tan extenso en el occidente andino colombiano y tan escaso en otras partes. Tan modesto, que las señoras de antes no preguntaban “¿de cuáles Giraldo?, porque no los había sino pobres.
Los etimologistas y genealogistas lanzan hipótesis, reconstruyen e inventan. Así que, cuando uno se mete en estos terrenos, debe estar dispuesto a entender que se trata, casi, de una rama de la literatura fantástica.
El mejor cuento que conozco sobre Giraldo proviene de la ciudad de Évora —patrimonio de la humanidad—, ubicada al oriente de Lisboa, pero más cerca de la frontera española. La plaza principal se llama, precisamente, Praça do Giraldo. El cuento lo cuenta la historiadora Fernanda Frazão. El nombre de la plaza y, quizás entonces, del apellido provienen de un sujeto llamado Giraldo Giraldes, quien vivió entre los años 1140 y 1190. Este Giraldo, era “el prototipo de caballero sin herencia, forjado por la sola fuerza de su espada”, hasta el punto que la historiografía lo conoce como “sin miedo”. Para abreviar, el mérito de Giraldo radicó en ser el líder de los hombres que llevaron a cabo la reconquista portuguesa contra los moros, en la zona del río Guadiana. La historia es más larga. Termina con su grado de capitán y el bautizo de la plaza de la ciudad con su nombre.
Este Giraldo sin Miedo iba y venía entre el Alentejo portugués y la Extremadura española, expandiendo su fama y dejando muchachitos entre batallas y caminos. Al otro lado del río, en Sevilla, escuché otro pedazo de la historia, asociado a la famosa torre de La Giralda. La torre se llama así por la figura que la corona, llamada Giraldillo, y que, se dice, representa la fe. La Giralda data de la misma época de Giraldo y hay quien dice que, vencedor de los moros, este loquito se trepó allá a cantar su triunfo. Podemos especular mucho sobre el hecho de que una figura que representa la fe cumpla, al tiempo, la función de veleta.
Lo de la fe me suena, porque un cuento colombiano dice que los primeros Giraldo que llegaron acá eran un soldado y un cura. Muerto pronto el soldado, por enfermedades o flechas, todos seríamos descendientes del fértil sacerdote. Y un investigador de la colonización antioqueña determinó que Giraldo es el segundo apellido más frecuente entre los fundadores de pueblos caldenses. Por qué acá, vaya a saber.
(En recuerdo de papá, después de 57 días de ausencia.)
El Colombiano, 24 de junio.
lunes, 25 de junio de 2018
lunes, 18 de junio de 2018
Arcadia: Populistas a la colombiana
Arcadia
12 de junio del 2018
'Populistas a la colombiana': similitudes y diferencias entre Gaitán, Rojas Pinilla y Uribe
En una entrevista, Jorge Giraldo Ramírez, decano de Humanidades de Eafit, nos cuenta sobre su más reciente libro, una obra que, entre otras cosas, desmiente la idea de que el gaitanismo fue el único movimiento populista del país.
Entrevista completa en: https://www.revistaarcadia.com/agenda/articulo/libro-sobre-populismo-de-jorge-giraldo-ramirez-de-eafit/69597
12 de junio del 2018
'Populistas a la colombiana': similitudes y diferencias entre Gaitán, Rojas Pinilla y Uribe
En una entrevista, Jorge Giraldo Ramírez, decano de Humanidades de Eafit, nos cuenta sobre su más reciente libro, una obra que, entre otras cosas, desmiente la idea de que el gaitanismo fue el único movimiento populista del país.
Entrevista completa en: https://www.revistaarcadia.com/agenda/articulo/libro-sobre-populismo-de-jorge-giraldo-ramirez-de-eafit/69597
La emboscadura
Dice el filósofo español Andrés Sánchez Pascual que La emboscadura, el libro del pensador alemán Ernst Jünger (1895-1998), constituye el último de una serie de ensayos sobre nuestra época. Fue publicado originalmente en 1951 y, como toda la obra jungeriana, es bello, sugestivo, difícil y equívoco. La emboscadura reflexiona sobre el miedo y la libertad, sobre la persona singular y las multitudes autómatas, sobre el Estado oprimente del siglo XX y las posibilidades de la moral.
Es muy diciente que la reflexión empiece con el voto, el acto de votar, la necesidad estadística que tienen la política de masas y las democracias, incluyendo a las democracias iliberales. Un paisaje que ya mostraba sus bocetos después de la Segunda Guerra Mundial.
Tomo trozos de esta meditación sobre la democracia escrita hace casi siete décadas.
El camino del medio “se ha vuelto tan estrecho como el filo de un cuchillo”. Tales son las polaridades de la vida actual, que aglutinan masas y generan conductas automáticas en ellas. Ese camino estrecho es el propio de la figura que él sugiere: la del emboscado, “el hombre de la acción libre e independiente”. A partir de este ser libre, es posible “hacer frente al automatismo” y hacer fracasar “el puro empleo de la violencia”.
Cuando se nos interpela ante las urnas, comienza, hay que tener en cuenta “que también el callar es una respuesta”; respuesta que puede ser costosa, como costosa resultaría una participación o una decisión en uno u otro sentido. Sin embargo, hay un tipo de decisiones electorales que ofrecen opciones cerradas. O, cómo entender la pregunta: “¿Por qué elegir en una situación en la que ya no queda elección?”.
En estos casos, ¿qué reto supone hacerse parte de una minoría ínfima? ¿Un cinco por ciento? ¿Diez? Jünger encuentra un sentido. De quien emitió ese voto ínfimo “cabe aguardar que hará sacrificios para defender su opinión y su concepto del derecho y la libertad”. Este tipo de personas está empezando a escabullirse del mundo “vigilado y dominado por la estadística”. Él cree que ese es un riesgo y que, como tal, exige que esas personas que se saben en minoría y fuera de las masas que se pueden contar, en millones y sus correspondientes porcentajes, acopien fortaleza.
¿Qué otro sentido puede tener ese voto? “Ese voto no quebrantará al adversario, pero sí produce un cambio en quien se decidió a emitirlo”. Es una declaración contra el miedo, una afirmación de la libertad. Y eso entraña una moralidad propia y nada fácil, pues la formación de la masa en la democracia contemporánea está basada en el miedo. El pánico, decía en 1951, “es difundido a través de redes que compiten en rapidez con el rayo”. El miedo aglutina y quiere asfixiar a las minorías. Es un desafío para quien decide emboscarse.
El Colombiano, 17 de junio.
Es muy diciente que la reflexión empiece con el voto, el acto de votar, la necesidad estadística que tienen la política de masas y las democracias, incluyendo a las democracias iliberales. Un paisaje que ya mostraba sus bocetos después de la Segunda Guerra Mundial.
Tomo trozos de esta meditación sobre la democracia escrita hace casi siete décadas.
El camino del medio “se ha vuelto tan estrecho como el filo de un cuchillo”. Tales son las polaridades de la vida actual, que aglutinan masas y generan conductas automáticas en ellas. Ese camino estrecho es el propio de la figura que él sugiere: la del emboscado, “el hombre de la acción libre e independiente”. A partir de este ser libre, es posible “hacer frente al automatismo” y hacer fracasar “el puro empleo de la violencia”.
Cuando se nos interpela ante las urnas, comienza, hay que tener en cuenta “que también el callar es una respuesta”; respuesta que puede ser costosa, como costosa resultaría una participación o una decisión en uno u otro sentido. Sin embargo, hay un tipo de decisiones electorales que ofrecen opciones cerradas. O, cómo entender la pregunta: “¿Por qué elegir en una situación en la que ya no queda elección?”.
En estos casos, ¿qué reto supone hacerse parte de una minoría ínfima? ¿Un cinco por ciento? ¿Diez? Jünger encuentra un sentido. De quien emitió ese voto ínfimo “cabe aguardar que hará sacrificios para defender su opinión y su concepto del derecho y la libertad”. Este tipo de personas está empezando a escabullirse del mundo “vigilado y dominado por la estadística”. Él cree que ese es un riesgo y que, como tal, exige que esas personas que se saben en minoría y fuera de las masas que se pueden contar, en millones y sus correspondientes porcentajes, acopien fortaleza.
¿Qué otro sentido puede tener ese voto? “Ese voto no quebrantará al adversario, pero sí produce un cambio en quien se decidió a emitirlo”. Es una declaración contra el miedo, una afirmación de la libertad. Y eso entraña una moralidad propia y nada fácil, pues la formación de la masa en la democracia contemporánea está basada en el miedo. El pánico, decía en 1951, “es difundido a través de redes que compiten en rapidez con el rayo”. El miedo aglutina y quiere asfixiar a las minorías. Es un desafío para quien decide emboscarse.
El Colombiano, 17 de junio.
jueves, 14 de junio de 2018
Hermandad entre letras y pelotas
Gran parte de la vida intelectual colombiana está originada en grupos y revistas -lo más frecuente son grupos con revistas- de los cuales uno de los más famosos es el llamado Grupo de Barranquilla. Los nombres de los jefes bastan. Era el director Alfonso Fuenmayor y el jefe de redacción Gabriel García Márquez. Crónica fue el nombre de la revista que los congregó durante trece meses.
Dice Ramón Illán Bacca que lo que orientó al grupo fueron “sus amores y odios literarios”. Pero habría que decir que la revista demostró también, de modo evidente, el amor a los deportes, especialmente, al fútbol, el béisbol y el boxeo. No en vano Crónica se presentaba como “semanario literario-deportivo de Barranquilla”. También había entre sus miembros, según García Márquez, afectos menos universales pues Germán Vargas era hincha del Junior y Álvaro Cepeda Samudio del Sporting.
Crónica no tenía confinados los deportes a la sección habitual que empezó llamándose “Deporte al día”, que incluía comentarios previos a cada partido de la fecha del fútbol profesional, al acontecer de la pelota caliente y a las clasificaciones de dos torneos nacionales respectivos. Con alguna frecuencia les dedicó portadas y reportajes centrales a los futbolistas. Muy centrados, eso sí, en las estrellas brasileñas que llegaban al Junior y al Sporting. Las figuras deportivas y sus devenires tenían tanta relevancia para los editores, como los escritores afamados que vieron traducidos y reproducidos sus textos en la revista: personajes como Ernest Hemingway, Graham Greene y Aldous Huxley, por ejemplo.
La mirada del deporte no era la del curioso sino la del aficionado. Esta afirmación se ilustra bien por la portada -que dio paso a un artículo de tres páginas- titulada “¿Por qué ganan los millonarios?”, (así con minúscula). La portada es una ilustración que muestra a un jugador del club Millonarios cruzando un frágil puente donde dice “campeonato profesional”, acompañado de un Ángel de la Guardia en cuya túnica dice “Dimayor”, custodiado por dos pequeños árbitros a modo de querubines. Debe decirse que el director del comité artístico de la revista era nadie menos que Alejandro Obregón. Sobra contar los pormenores de los argumentos del artículo y su vigencia perpetua desde el 3 de junio de 1950, cuando se publicó el artículo, hasta hoy y hasta el fin de los días, con VAR o cualquier otro invento.
Crónica se publicó entre el 29 de abril de 1950 y el 7 de abril de 1951. Su corta vida coincidió, sin embargo, con el Campeonato Mundial de Fútbol de 1950. No hay rastros del Mundial en el sumario de la revista, rescatado por la Universidad del Norte en 2010. Eso demuestra más el incipiente atractivo global del trofeo Jules Rimet que alguna falla en la visión de los periodistas de la revista. La copa mundo, además, venía del bache de doce años provocado por la Segunda Guerra.
Crónica y el Grupo de Barranquilla son una excepción en el panorama intelectual colombiano. Una excepción cosmopolita y moderna, que marca un contraste con el elitismo provinciano y decimonónico de casi todos los demás; de todos aquellos que suponen que el deporte no es cultura y que con ello solo muestran las mutilaciones de su sensibilidad.
Dice Ramón Illán Bacca que lo que orientó al grupo fueron “sus amores y odios literarios”. Pero habría que decir que la revista demostró también, de modo evidente, el amor a los deportes, especialmente, al fútbol, el béisbol y el boxeo. No en vano Crónica se presentaba como “semanario literario-deportivo de Barranquilla”. También había entre sus miembros, según García Márquez, afectos menos universales pues Germán Vargas era hincha del Junior y Álvaro Cepeda Samudio del Sporting.
Crónica no tenía confinados los deportes a la sección habitual que empezó llamándose “Deporte al día”, que incluía comentarios previos a cada partido de la fecha del fútbol profesional, al acontecer de la pelota caliente y a las clasificaciones de dos torneos nacionales respectivos. Con alguna frecuencia les dedicó portadas y reportajes centrales a los futbolistas. Muy centrados, eso sí, en las estrellas brasileñas que llegaban al Junior y al Sporting. Las figuras deportivas y sus devenires tenían tanta relevancia para los editores, como los escritores afamados que vieron traducidos y reproducidos sus textos en la revista: personajes como Ernest Hemingway, Graham Greene y Aldous Huxley, por ejemplo.
La mirada del deporte no era la del curioso sino la del aficionado. Esta afirmación se ilustra bien por la portada -que dio paso a un artículo de tres páginas- titulada “¿Por qué ganan los millonarios?”, (así con minúscula). La portada es una ilustración que muestra a un jugador del club Millonarios cruzando un frágil puente donde dice “campeonato profesional”, acompañado de un Ángel de la Guardia en cuya túnica dice “Dimayor”, custodiado por dos pequeños árbitros a modo de querubines. Debe decirse que el director del comité artístico de la revista era nadie menos que Alejandro Obregón. Sobra contar los pormenores de los argumentos del artículo y su vigencia perpetua desde el 3 de junio de 1950, cuando se publicó el artículo, hasta hoy y hasta el fin de los días, con VAR o cualquier otro invento.
Crónica se publicó entre el 29 de abril de 1950 y el 7 de abril de 1951. Su corta vida coincidió, sin embargo, con el Campeonato Mundial de Fútbol de 1950. No hay rastros del Mundial en el sumario de la revista, rescatado por la Universidad del Norte en 2010. Eso demuestra más el incipiente atractivo global del trofeo Jules Rimet que alguna falla en la visión de los periodistas de la revista. La copa mundo, además, venía del bache de doce años provocado por la Segunda Guerra.
Crónica y el Grupo de Barranquilla son una excepción en el panorama intelectual colombiano. Una excepción cosmopolita y moderna, que marca un contraste con el elitismo provinciano y decimonónico de casi todos los demás; de todos aquellos que suponen que el deporte no es cultura y que con ello solo muestran las mutilaciones de su sensibilidad.
lunes, 11 de junio de 2018
Trump y la cuestión del estilo
Mucho se ha escrito sobre Donald Trump en tan solo dos años de carrera política. Los personajes disruptivamente tóxicos suelen concentrar mucha fascinación morbosa. Y ello, aunque (o porque), todas las acciones Trump hasta ahora han sido destructivas, pues su propósito declarado fue acabar con la obra de Obama. La razón no se sabe: por liberal, tal vez; por demócrata, quizás; o por negro, nada de raro. Las discusiones habituales sobre el gobierno de Trump giran alrededor de las órdenes ejecutivas, las iniciativas legislativas y los nombramientos en el ejecutivo. Discusiones en terreno firme, con datos, antecedentes, jurisprudencias, a la vista.
Mi punto es más elusivo pero tanto o más concreto. ¿Qué cambios pueden producir en un país el temperamento y la personalidad de sus gobernantes? Talante, estilo, ejemplo. La filosofía política siempre se ha preocupado por este asunto desde las demandas de prudencia que, para la vida pública, hacía Aristóteles hasta el Elogio de la templanza de Norberto Bobbio, pasando por los espejos de príncipes medievales. La despersonalización del poder público, la neutralización de la singularidad personal del gobernante, han llevado a subestimar el papel del agente individual en la política, y con ello los rasgos morales y psicológicos de los individuos que ostentan posiciones de poder.
Cuando Trump dice que los inmigrantes latinos son animales, cuando convierte en normal el mercado sexual, cuando banaliza el patrimonio natural y cultural, cuando le pide a los maestros que vayan armados a las escuelas, cuando ridiculiza las tradiciones que no son anglo, blancas, protestantes (wasp); cuando hace todo esto, ¿qué tipo de comportamientos autoriza a los ciudadanos?, ¿qué temores y acciones suscita entre las personas sindicadas? Sin más datos a la mano, no creo que el renacimiento del Ku-Klux-Klan, la multiplicación de asesinatos por parte de la policía contra hombres negros desarmados, la exhibición descarada de machismo y racismo, y otras conductas sociales reprobables, sean gratuitas. Las produce un ambiente creado desde el gobierno, una autorización implícita del primer magistrado.
El analista racional, en las coyunturas electorales, se queda considerando los programas y las propuestas de los candidatos, su hoja de vida. El racionalista suele desechar la persona. En regímenes fuertemente presidencialistas, como Estados Unidos o Colombia, esa faceta del poder es crucial. Alguien señaló los parecidos entre el presidencialismo y las monarquías. Los viejos monarcas se rodeaban de sacerdotes, consejeros, bufones, que embridaran sus demonios. Los antiguos presidentes hacían lo mismo; no tenían las tentaciones de Twitter y dejaban el narcisismo a cargo de los artistas y las gentes del espectáculo.
La legendaria pregunta que se hacían los padres conservadores en los sesenta (¿dejarías salir tu hija con un Stone?), es más aplicable a las campañas presidenciales; al cabo, lo que está en juego es la cultura política o, si se quiere la salud mental, del país.
El Colombiano, 10 de junio
Mi punto es más elusivo pero tanto o más concreto. ¿Qué cambios pueden producir en un país el temperamento y la personalidad de sus gobernantes? Talante, estilo, ejemplo. La filosofía política siempre se ha preocupado por este asunto desde las demandas de prudencia que, para la vida pública, hacía Aristóteles hasta el Elogio de la templanza de Norberto Bobbio, pasando por los espejos de príncipes medievales. La despersonalización del poder público, la neutralización de la singularidad personal del gobernante, han llevado a subestimar el papel del agente individual en la política, y con ello los rasgos morales y psicológicos de los individuos que ostentan posiciones de poder.
Cuando Trump dice que los inmigrantes latinos son animales, cuando convierte en normal el mercado sexual, cuando banaliza el patrimonio natural y cultural, cuando le pide a los maestros que vayan armados a las escuelas, cuando ridiculiza las tradiciones que no son anglo, blancas, protestantes (wasp); cuando hace todo esto, ¿qué tipo de comportamientos autoriza a los ciudadanos?, ¿qué temores y acciones suscita entre las personas sindicadas? Sin más datos a la mano, no creo que el renacimiento del Ku-Klux-Klan, la multiplicación de asesinatos por parte de la policía contra hombres negros desarmados, la exhibición descarada de machismo y racismo, y otras conductas sociales reprobables, sean gratuitas. Las produce un ambiente creado desde el gobierno, una autorización implícita del primer magistrado.
El analista racional, en las coyunturas electorales, se queda considerando los programas y las propuestas de los candidatos, su hoja de vida. El racionalista suele desechar la persona. En regímenes fuertemente presidencialistas, como Estados Unidos o Colombia, esa faceta del poder es crucial. Alguien señaló los parecidos entre el presidencialismo y las monarquías. Los viejos monarcas se rodeaban de sacerdotes, consejeros, bufones, que embridaran sus demonios. Los antiguos presidentes hacían lo mismo; no tenían las tentaciones de Twitter y dejaban el narcisismo a cargo de los artistas y las gentes del espectáculo.
La legendaria pregunta que se hacían los padres conservadores en los sesenta (¿dejarías salir tu hija con un Stone?), es más aplicable a las campañas presidenciales; al cabo, lo que está en juego es la cultura política o, si se quiere la salud mental, del país.
El Colombiano, 10 de junio
lunes, 4 de junio de 2018
Cinco votos más o menos libres
Hace cien años, casi exactos, el gran pensador alemán Max Weber (1864-1920) examinó la situación de la política de su tiempo en una conferencia titulada “La política como vocación”. Entre otras cosas, Weber hizo allí el contraste entre la democracia de camarillas y la de caudillos. Para él, la democracia de camarillas consiste en la rutina burocrática y la dominación de los políticos profesionales, por tanto, de notables. En la democracia caudillista -una de cuyas expresiones es el populismo- los seguidores de los partidos se convierten proletarios, gentes que “han de obedecer ciegamente” y no pueden ufanarse de “tener opinión propia”, porque la vanidad y la opinión son exclusivas del jefe.
El domingo pasado vencieron en Colombia los caudillos sobre los políticos profesionales. El próximo 17 de junio se enfrentarán dos huestes de proletarios ninguna de las cuales podrá vencer sola. Les tocará ganar el apoyo de un pedazo del tercio de votantes que no los acompañó. Los lánguidos grupitos de políticos profesionales ya empezaron a hacer sus movimientos, entre la resignación y el ridículo. Pero el movimiento molecular de los ciudadanos será importante. Veo cinco opciones.
La primera es la ética de la responsabilidad. Elaborar un argumento responsable no será fácil, sobre todo si entendemos que la responsabilidad no debería ser parcial (con la economía, Duque; con el ambiente, Petro). Los problemas del país no se deben parcelar, como lo demostró el proceso de paz.
La segunda es la del mal menor, que exige mucha información y alguna capacidad de control sobre los resultados. Uno de los principales defectos de los candidatos de segunda vuelta es su falta de claridad y la poca confianza que generan (¿se lanzarán a una constituyente como lo han dicho?).
El tercero es el de la enemistad. Como existen enemigos jurados de Uribe y otros de Petro y se quemó la opción de la reconciliación, algunos están inclinados a que sea la vara del odio o de la rabia la que determine contra quién se va a votar.
La cuarta es la de la coherencia. El voto en blanco es una manera de salvar la conciencia o el alma, si se quiere; de mantener los principios; si es masivo (va en el 10%) podría ser un mensaje.
La última es la de pensar con el deseo. Votar por Duque con la esperanza de que no cumpla lo que ha prometido (desbaratar los acuerdos, crear una sola corte). Votar por Petro confiando en que no sea el que conocemos, con la esperanza de que no radicalice la sociedad o detenga la economía petrolera. Si esto pasa y no cumplen, la democracia representativa carecerá de sentido.
Hidroituango: lo único que faltaba era la irresponsabilidad del Gobernador en sus ataques a EPM; el mismo que boicotea Savia Salud y el túnel de El Toyo.
El Colombiano, 3 de junio
El domingo pasado vencieron en Colombia los caudillos sobre los políticos profesionales. El próximo 17 de junio se enfrentarán dos huestes de proletarios ninguna de las cuales podrá vencer sola. Les tocará ganar el apoyo de un pedazo del tercio de votantes que no los acompañó. Los lánguidos grupitos de políticos profesionales ya empezaron a hacer sus movimientos, entre la resignación y el ridículo. Pero el movimiento molecular de los ciudadanos será importante. Veo cinco opciones.
La primera es la ética de la responsabilidad. Elaborar un argumento responsable no será fácil, sobre todo si entendemos que la responsabilidad no debería ser parcial (con la economía, Duque; con el ambiente, Petro). Los problemas del país no se deben parcelar, como lo demostró el proceso de paz.
La segunda es la del mal menor, que exige mucha información y alguna capacidad de control sobre los resultados. Uno de los principales defectos de los candidatos de segunda vuelta es su falta de claridad y la poca confianza que generan (¿se lanzarán a una constituyente como lo han dicho?).
El tercero es el de la enemistad. Como existen enemigos jurados de Uribe y otros de Petro y se quemó la opción de la reconciliación, algunos están inclinados a que sea la vara del odio o de la rabia la que determine contra quién se va a votar.
La cuarta es la de la coherencia. El voto en blanco es una manera de salvar la conciencia o el alma, si se quiere; de mantener los principios; si es masivo (va en el 10%) podría ser un mensaje.
La última es la de pensar con el deseo. Votar por Duque con la esperanza de que no cumpla lo que ha prometido (desbaratar los acuerdos, crear una sola corte). Votar por Petro confiando en que no sea el que conocemos, con la esperanza de que no radicalice la sociedad o detenga la economía petrolera. Si esto pasa y no cumplen, la democracia representativa carecerá de sentido.
Hidroituango: lo único que faltaba era la irresponsabilidad del Gobernador en sus ataques a EPM; el mismo que boicotea Savia Salud y el túnel de El Toyo.
El Colombiano, 3 de junio
viernes, 1 de junio de 2018
Populistas a la colombiana: Semana
“Petro tiene rasgos populistas”
Por Jorge Cote R.*
Revista Semana, 29 de mayo de 2018
En su reciente libro 'Populistas a la colombiana', el decano de la Escuela de Ciencias y Humanidades de la Universidad Eafit, Jorge Giraldo, explica en qué consiste este fenómeno político. En entrevista con SEMANA afirmó que Petro y Uribe son representantes del populismo nacional.
Leer entrevista completa en: https://www.semana.com/nacion/articulo/el-profesor-de-la-eafit-jorge-giraldo-habla-con-semana-sobre-su-libro-populistas-a-la-colombiana/569308
Por Jorge Cote R.*
Revista Semana, 29 de mayo de 2018
En su reciente libro 'Populistas a la colombiana', el decano de la Escuela de Ciencias y Humanidades de la Universidad Eafit, Jorge Giraldo, explica en qué consiste este fenómeno político. En entrevista con SEMANA afirmó que Petro y Uribe son representantes del populismo nacional.
Leer entrevista completa en: https://www.semana.com/nacion/articulo/el-profesor-de-la-eafit-jorge-giraldo-habla-con-semana-sobre-su-libro-populistas-a-la-colombiana/569308
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