De plomo: el Área Metropolitana acaba de declarar (22.02) el “estado de prevención” que consiste en un conjunto de medidas para regular el uso de automotores hasta el 7 de abril. La medida llegó después tres semanas durante las cuales la mayoría de las estaciones de monitoreo marcaban naranja. Eso significa que nos estamos acostumbrando a respirar veneno y mojarnos con lluvia ácida. ¿Alguien le pondrá el cascabel al gato de la construcción, que es tan contaminante?
Vegetales: el Consejo de Estado acaba de declarar “la vulneración de los derechos colectivos” a un ambiente sano, al goce del espacio público y a la calidad de vida de los habitantes del llamado Túnel Verde, en Envigado. Los responsables de ese daño pretendido son Metroplús, Corantioquia y el municipio de Envigado (“Corte falla a favor de Túnel Verde en Envigado”, El Colombiano, 22.02.18). Esto no se quedará así por la obstinación en hacer una obra inútil y costosa, y por la aversión al riesgo después de ejecutar un par de kilómetros inservibles en más de cinco años. Ningún beneficio, muchos perjuicios para habitantes y comercio.
De modelos: ¿a quién le gusta más el tipo de belleza impuesto en la época? ¿a los mafiosos a los canales privados de televisión? Se convirtió en una regularidad el triángulo modelo peranita, delincuente zutanito y canal Caracol o RCN. ¿El casting se resuelve solo con una foto?
Internacionales: la conexión con el aeropuerto José María Córdova vive en contingencia cotidiana, precisamente ahora cuando es más internacional que nunca antes en sus treinta y punta de años de funcionamiento. Las Palmas se convirtió en ciclovía de todos los días, con carros acompañantes y todo; desde el Alto hasta Sajonia, en una de las zonas de mayor accidentalidad vial del departamento; el acceso al aeropuerto en una red de parqueaderos caótica.
De vagón: nadie habla de la relación entre los ya muy comunes problemas técnicos del metro con la politización a que fue sometida la entidad por Santos y Luis Pérez hace tres años. Entre los dos contaminaron una de las joyas de la corona de Medellín.
De contratistas: las Empresas Públicas cambiaron el contratista de facturación. El proceso de aprendizaje lo pagamos los usuarios. Haciendo filas porque el tiempo cuesta; en liquidez porque nos acumulan las cuentas. Nos obligaron a recoger recibos viejos y entregárselos para que recuperen la trazabilidad de los contratos. Y eso que es la mejor de América Latina. Dolor de cabeza, los contratistas.
De autos: para la ciudadanía de Medellín y su administración es deshonroso que un funcionario público de alto rango (Secretario de Seguridad) haya aceptado cargos penales en un arreglo con la Fiscalía. La falta de reacción de la llamada opinión pública y de la dirigencia es pasmosa, ¿estaremos volviendo al “tapen, tapen” de la época del cartel?
El Colombiano, 25 de febrero.
lunes, 26 de febrero de 2018
miércoles, 21 de febrero de 2018
Las ideas en la guerra: Bernardo Pérez
VIOLENCIA Y POLÍTICA: LA POBREZA DE LAS IDEAS EN COLOMBIA
Bernardo Pérez Salazar
Magíster en Planificación del Desarrollo Regional, investigador del Instituto Latinoamericano de Altos Estudios (ILAE), Bogotá, Colombia,
Con este libro el profesor Jorge Giraldo de la Universidad Eafit de Medellín prosigue una reflexión iniciada hace más de 15 años sobre temas y problemas de filosofía política contemporánea. En esta ocasión retoma la indagación, propuesta en los albores del Frente Nacional, por Jorge Gaitán Durán, poeta fundador de la revista Mito junto con Hernando Valencia Goelkel, acerca del papel de los intelectuales en la violencia política del país.
Leer la reseña completa: http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0124-59962016000200023&lng=es&nrm=iso&tlng=es
Sugerencia de citación: Pérez S., B. "Violencia y política: la pobreza de las ideas en Colombia", Revista de Economía Institucional 18, 35, 2016, pp. 359-366.
Bernardo Pérez Salazar
Magíster en Planificación del Desarrollo Regional, investigador del Instituto Latinoamericano de Altos Estudios (ILAE), Bogotá, Colombia,
Con este libro el profesor Jorge Giraldo de la Universidad Eafit de Medellín prosigue una reflexión iniciada hace más de 15 años sobre temas y problemas de filosofía política contemporánea. En esta ocasión retoma la indagación, propuesta en los albores del Frente Nacional, por Jorge Gaitán Durán, poeta fundador de la revista Mito junto con Hernando Valencia Goelkel, acerca del papel de los intelectuales en la violencia política del país.
Leer la reseña completa: http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0124-59962016000200023&lng=es&nrm=iso&tlng=es
Sugerencia de citación: Pérez S., B. "Violencia y política: la pobreza de las ideas en Colombia", Revista de Economía Institucional 18, 35, 2016, pp. 359-366.
lunes, 19 de febrero de 2018
El malestar
Hay un enorme malestar en Colombia. La prueba la dan las encuestas presidenciales que muestran que un tercio de la población está indecisa y desconcertada, la mayoría está inclinada a alternativas no tradicionales, en un mosaico del que han desaparecido los partidos liberal y conservador.
El marciano recién llegado a América Latina en su platillo volador quedaría bastante desconcertado. ¿Por qué los colombianos están tan verracos? Colombia, sin dudas, no tiene una situación mala en el panorama continental. Puede ser mediocre, pero está mejor que Brasil, México y Argentina en cuanto a las tendencias en la economía, la seguridad y algunos indicadores sociales. Si el marciano leyera un poco de historia contemporánea se daría cuenta de que el país está viviendo las mejor de las últimas cuatro décadas. No son solo las estadísticas, pensemos en nuestra condición personal y evaluémosla.
Pero en la vida no todo es objetividad ni racionalidad. Ese es el cuestionamiento filosófico de fondo que hizo el recién laureado Nobel de Economía Richard Thaler, quien, por demás, es sicólogo. ¿Será que estamos de diván?
Intentaré algunas explicaciones, como pensando en voz alta. La primera es que la batalla feroz entre las élites que han gobernado a Colombia en los últimos 30 años, hizo confundir a la ciudadanía y está llevando a que todos pierdan. Presidentes y expresidentes en una pelea callejera. La situación es resultado de su irresponsabilidad.
La segunda. Estamos terminando ocho años de un gobierno que se desinteresó de la gente. Tal y como describe Gore Vidal (1925-2012) al protagonista de su novela Lincoln, yo creo que Santos se acomodó en la Casa de Nariño pensando solo en la negociación con las Farc y lo demás le interesó un pito: justicia, educación, salud. Peor aún, pensó que el bien de la paz se podía lograr por malos medios como la corrupción del congreso y comprando el apoyo de Cambio Radical. Logró el acuerdo con las Farc –mérito que nadie podrá quitarle– pero desistió de hacer la preparación y pedagogía que necesitaba. Ahora mucha gente disfruta los beneficios del posconflicto sin agradecer –porque no lo entendió– el trabajo que se hizo.
La tercera razón es que, durante ocho años, la sociedad perdió un sentido crítico razonable. En mis cinco décadas de vida social consciente nunca vi una prensa tan gobiernista y acomodada. Y la oposición quedó en manos de un grupo de histéricos y mentirosos. Nos pasamos ocho años sin que el ciudadano promedio se sintiera representado en sus preguntas y sus objeciones. La prensa no hizo el trabajo, la oposición fue desleal con las instituciones, las élites intelectuales y económicas se distrajeron.
Ahora la masa está indignada y, como suele suceder, puede optar por la autodestrucción. Y las élites por el conservadurismo extremo. El país necesita un cambio, guiado por la moderación.
El Colombiano, 18 de febrero.
El marciano recién llegado a América Latina en su platillo volador quedaría bastante desconcertado. ¿Por qué los colombianos están tan verracos? Colombia, sin dudas, no tiene una situación mala en el panorama continental. Puede ser mediocre, pero está mejor que Brasil, México y Argentina en cuanto a las tendencias en la economía, la seguridad y algunos indicadores sociales. Si el marciano leyera un poco de historia contemporánea se daría cuenta de que el país está viviendo las mejor de las últimas cuatro décadas. No son solo las estadísticas, pensemos en nuestra condición personal y evaluémosla.
Pero en la vida no todo es objetividad ni racionalidad. Ese es el cuestionamiento filosófico de fondo que hizo el recién laureado Nobel de Economía Richard Thaler, quien, por demás, es sicólogo. ¿Será que estamos de diván?
Intentaré algunas explicaciones, como pensando en voz alta. La primera es que la batalla feroz entre las élites que han gobernado a Colombia en los últimos 30 años, hizo confundir a la ciudadanía y está llevando a que todos pierdan. Presidentes y expresidentes en una pelea callejera. La situación es resultado de su irresponsabilidad.
La segunda. Estamos terminando ocho años de un gobierno que se desinteresó de la gente. Tal y como describe Gore Vidal (1925-2012) al protagonista de su novela Lincoln, yo creo que Santos se acomodó en la Casa de Nariño pensando solo en la negociación con las Farc y lo demás le interesó un pito: justicia, educación, salud. Peor aún, pensó que el bien de la paz se podía lograr por malos medios como la corrupción del congreso y comprando el apoyo de Cambio Radical. Logró el acuerdo con las Farc –mérito que nadie podrá quitarle– pero desistió de hacer la preparación y pedagogía que necesitaba. Ahora mucha gente disfruta los beneficios del posconflicto sin agradecer –porque no lo entendió– el trabajo que se hizo.
La tercera razón es que, durante ocho años, la sociedad perdió un sentido crítico razonable. En mis cinco décadas de vida social consciente nunca vi una prensa tan gobiernista y acomodada. Y la oposición quedó en manos de un grupo de histéricos y mentirosos. Nos pasamos ocho años sin que el ciudadano promedio se sintiera representado en sus preguntas y sus objeciones. La prensa no hizo el trabajo, la oposición fue desleal con las instituciones, las élites intelectuales y económicas se distrajeron.
Ahora la masa está indignada y, como suele suceder, puede optar por la autodestrucción. Y las élites por el conservadurismo extremo. El país necesita un cambio, guiado por la moderación.
El Colombiano, 18 de febrero.
martes, 13 de febrero de 2018
Jardín, Colombia: the Spirit in the Stone
On February 2, a century ago, the first stone was laid. Few people stop to think about the meaning of a first stone; how much heaven you have to move to put it on. And in this particular case, in how many wills must be agreed to put that stone in a small remote valley of the western mountain range, which is like a balcony from which look a dozen basalt minarets of the Farallones del Citará.
It is not easy to reconstruct the details of the individual and collective acts that moved and nailed that stone. Real stone, not metaphorical, and already mythical stone. We know that the first stone is the end of many jobs: the preparation of a site, the improvement of a business project, the admiration of the design, the plan and the calculations. We owe this last to a Salesian brother.
Giovanni Buscaglione, an Italian architect, perhaps Piedmontese, born in 1874, was commissioned to capture its Gothic aesthetic, its hermetic keys and its Christian tradition in the Garden temple. Buscaglione also left its mark on Villanueva in Medellín, La Candelaria in Bogotá, Barichara and other Colombian, Italian and Turkish localities. It is not the only European presence. The canon of Asian saints rests on a marble altar made in Italy and under a pair of bells of good German iron. How these objects crossed the Atlantic, they ascended the Magdalena, they passed to Cauca and they went up to the sources of the San Juan rivers, it is not known. Fitzcarraldo can give us an idea.
The priest Juan Nepomuceno Barrera made sure that the strokes of Buscaglione became the dream of a community. For twenty years, Father Barrera made the faith rooted in an architectural project and prayers were exchanged for work days. Hundreds of “jardineños” of the first and second generation, our grandparents and great grandparents, climbed the mountain to cut volcanic rock, sat in the park to carve it and organized caravans of muleteers to converge the wood with gold and limestone with the sand. All the inhabitants dedicated the efforts that were left over from simple subsistence to building their common home.
It is said that the temple was finished in 1940. The stone is more dynamic than it is believed; Being eternal, faith is also daily. In the eighties, the earth fractured the walls and the war turned its towers into watchtowers. Throughout time thousands of stones, tiles and mosaics were changed, the towers were alleviated with aluminum. Sacred iconography entered, the most recent of them the Saint Laura Montoya, work of the artist Felipe Giraldo. For the State it became a national heritage and for the Vatican basilica; ours, for the memory of the ancestors.
Photography: Javier Jaramillo
It is not easy to reconstruct the details of the individual and collective acts that moved and nailed that stone. Real stone, not metaphorical, and already mythical stone. We know that the first stone is the end of many jobs: the preparation of a site, the improvement of a business project, the admiration of the design, the plan and the calculations. We owe this last to a Salesian brother.
Giovanni Buscaglione, an Italian architect, perhaps Piedmontese, born in 1874, was commissioned to capture its Gothic aesthetic, its hermetic keys and its Christian tradition in the Garden temple. Buscaglione also left its mark on Villanueva in Medellín, La Candelaria in Bogotá, Barichara and other Colombian, Italian and Turkish localities. It is not the only European presence. The canon of Asian saints rests on a marble altar made in Italy and under a pair of bells of good German iron. How these objects crossed the Atlantic, they ascended the Magdalena, they passed to Cauca and they went up to the sources of the San Juan rivers, it is not known. Fitzcarraldo can give us an idea.
The priest Juan Nepomuceno Barrera made sure that the strokes of Buscaglione became the dream of a community. For twenty years, Father Barrera made the faith rooted in an architectural project and prayers were exchanged for work days. Hundreds of “jardineños” of the first and second generation, our grandparents and great grandparents, climbed the mountain to cut volcanic rock, sat in the park to carve it and organized caravans of muleteers to converge the wood with gold and limestone with the sand. All the inhabitants dedicated the efforts that were left over from simple subsistence to building their common home.
It is said that the temple was finished in 1940. The stone is more dynamic than it is believed; Being eternal, faith is also daily. In the eighties, the earth fractured the walls and the war turned its towers into watchtowers. Throughout time thousands of stones, tiles and mosaics were changed, the towers were alleviated with aluminum. Sacred iconography entered, the most recent of them the Saint Laura Montoya, work of the artist Felipe Giraldo. For the State it became a national heritage and for the Vatican basilica; ours, for the memory of the ancestors.
Photography: Javier Jaramillo
lunes, 12 de febrero de 2018
Jardín: el espíritu en la piedra
Un dos de febrero, hace un siglo, se puso la primera piedra. Pocos se detienen a pensar en el significado de una primera piedra; en cuánto cielo hay que mover para ponerla. Y en este caso particular, en cuántas voluntades hay que hacer concordar para poner esa piedra en un pequeño valle remoto de la cordillera occidental, que es como un balcón desde el que se miran una decena de alminares de basalto de los Farallones del Citará.
No es fácil reconstruir los detalles de los actos individuales y colectivos que movieron y clavaron esa piedra. Piedra real, no metafórica, y ya piedra mítica. Sabemos que la primera piedra constituye el final de muchos trabajos: de la preparación de un terreno, del perfeccionamiento de un proyecto empresarial, de la admiración del diseño, el plan y los cálculos. Esto último se lo debemos a un hermano salesiano.
Giovanni Buscaglione, un arquitecto italiano, tal vez piamontés, nacido en 1874, fue el encargado de plasmar su estética gótica, sus claves herméticas y su tradición cristiana en el templo de Jardín. Buscaglione también dejó su huella en Villanueva en Medellín, La Candelaria en Bogotá, Barichara y otras localidades colombianas, italianas y turcas. No es la única presencia europea. El canónico santoral de personajes asiáticos reposa sobre un altar marmóreo fabricado en Italia y bajo un par de campanas de buen hierro alemán. Cómo cruzaron estos objetos el Atlántico, subieron el Magdalena, pasaron al Cauca y subieron hasta las fuentes del San Juan, no se sabe. Fitzcarraldo puede darnos una idea.
El sacerdote Juan Nepomuceno Barrera se encargó de que los trazos de Buscaglione se convirtieran en el sueño de una comunidad. Durante veinte años, el padre Barrera hizo que la fe arraigara en un proyecto arquitectónico y que las oraciones se permutaran por jornadas de trabajo. Centenares de jardineños de la primera y la segunda generación, nuestros abuelos y bisabuelos, subieron a la montaña a cortar roca volcánica, se sentaron en el parque a labrarla y organizaron caravanas de arrieros para hacer converger la madera con el oro y la caliza con la arena. Todos los pobladores dedicaron los esfuerzos que sobraban de la simple subsistencia a construir su casa común.
Se dice que el templo se terminó en 1940. La piedra es más dinámica de lo que se cree; siendo eterna, la fe también es cotidiana. En los años ochenta, la tierra fracturó las paredes y la guerra convirtió sus torres en atalayas. A lo largo del tiempo se cambiaron miles de piedras, tejas y mosaicos, las torres se alivianaron con aluminio. Ingresó la iconografía sacra, la más reciente de ellas la santa Laura Montoya, obra del artista Felipe Giraldo. Por el Estado se hizo patrimonio nacional y por El Vaticano basílica; nuestra, por la memoria de los ancestros.
El Colombiano, 11 de febrero
Fotografía: Javier Jaramillo
No es fácil reconstruir los detalles de los actos individuales y colectivos que movieron y clavaron esa piedra. Piedra real, no metafórica, y ya piedra mítica. Sabemos que la primera piedra constituye el final de muchos trabajos: de la preparación de un terreno, del perfeccionamiento de un proyecto empresarial, de la admiración del diseño, el plan y los cálculos. Esto último se lo debemos a un hermano salesiano.
Giovanni Buscaglione, un arquitecto italiano, tal vez piamontés, nacido en 1874, fue el encargado de plasmar su estética gótica, sus claves herméticas y su tradición cristiana en el templo de Jardín. Buscaglione también dejó su huella en Villanueva en Medellín, La Candelaria en Bogotá, Barichara y otras localidades colombianas, italianas y turcas. No es la única presencia europea. El canónico santoral de personajes asiáticos reposa sobre un altar marmóreo fabricado en Italia y bajo un par de campanas de buen hierro alemán. Cómo cruzaron estos objetos el Atlántico, subieron el Magdalena, pasaron al Cauca y subieron hasta las fuentes del San Juan, no se sabe. Fitzcarraldo puede darnos una idea.
El sacerdote Juan Nepomuceno Barrera se encargó de que los trazos de Buscaglione se convirtieran en el sueño de una comunidad. Durante veinte años, el padre Barrera hizo que la fe arraigara en un proyecto arquitectónico y que las oraciones se permutaran por jornadas de trabajo. Centenares de jardineños de la primera y la segunda generación, nuestros abuelos y bisabuelos, subieron a la montaña a cortar roca volcánica, se sentaron en el parque a labrarla y organizaron caravanas de arrieros para hacer converger la madera con el oro y la caliza con la arena. Todos los pobladores dedicaron los esfuerzos que sobraban de la simple subsistencia a construir su casa común.
Se dice que el templo se terminó en 1940. La piedra es más dinámica de lo que se cree; siendo eterna, la fe también es cotidiana. En los años ochenta, la tierra fracturó las paredes y la guerra convirtió sus torres en atalayas. A lo largo del tiempo se cambiaron miles de piedras, tejas y mosaicos, las torres se alivianaron con aluminio. Ingresó la iconografía sacra, la más reciente de ellas la santa Laura Montoya, obra del artista Felipe Giraldo. Por el Estado se hizo patrimonio nacional y por El Vaticano basílica; nuestra, por la memoria de los ancestros.
El Colombiano, 11 de febrero
Fotografía: Javier Jaramillo
lunes, 5 de febrero de 2018
Super Bowl 52
“El deporte más parecido a la política es el fútbol americano”, dijo Barack Obama. Fue la respuesta a la pregunta del humorista Jerry Seinfield, en su serie más reciente cuyo título es Comediants in cars getting coffee (Netflix). Seinfiel tiene la gracia suficiente para hacer que un automóvil no resulte repulsivo y Obama tanta simpatía como para hacer amable y terrenal la política, incluso la de Washington.
La pregunta de Seinfiel era más cerrada: la política es como el ajedrez o como “el póquer del mentiroso”, puntualizó. El ajedrez siempre fue comparado con la guerra o, mejor surgió con la guerra, en la India donde se escribieron algunos de los tratados más antiguos sobre guerra y política como el Kautiliya, por ejemplo. El póquer es más extraño como analogía. El engaño siempre está asociado a la política pero de maneras más sofisticadas que las que sugieren los sitios de internet de póquer. A los maestros del engaño les suele ir mal en política; hay que ser más que un embaucador para merecer el título de estadista.
La respuesta de Obama fue más completa. En el fútbol americano, como en la política, hay “muchos jugadores, mucha especialización, muchos golpes”. Habla desde la perspectiva de la materia. Cuando se ubica como político, desde el punto de vista subjetivo, la interpretación del símil cambia: en la política como en el fútbol americano, “hay que conformarse mucho”; ceder en los propósitos propios, buscar compromisos. “De vez en cuando ves un espacio y logras hacer una yarda”, completa.
Que toda metáfora es incompleta por definición y que las de la política lo son aún más, queda claro en la entrevista que David Letterman le hizo a Obama hace poco (Netflix). Allí el expresidente explica que el papel de un líder público trasciende las iniciativas, las obras, la solución de contingencias. Es decir, todas las tareas que tiene que hacer un buen administrador, apoyado por un buen grupo de técnicos y una burocracia eficiente. Descontando con qué margen de maniobra político y financiero pueda contar.
Un buen líder tiene que inspirar. Tiene que enviar las señales adecuadas a sus conciudadanos, a la población, acerca de cuáles son las actitudes y los comportamientos adecuados para que su proyecto y los propósitos del país salgan adelante. Un buen líder, un buen presidente de un país, tiene que impulsar un determinado perfil de la cultura ciudadana, indicando en qué patrones se debe persistir, a qué modelos debemos aspirar a parecernos. Influir en cosas tan simples y profundas como la forma de hablar o de expresar las ideas y las emociones.
Los buscadores de programas de gobierno, de experiencia, se quedan tratando de resolver la mitad del problema. Cuando un país o el mundo andan despistados en términos de valores, son más útiles los líderes inspiradores.
El Colombiano, 4 de febrero
La pregunta de Seinfiel era más cerrada: la política es como el ajedrez o como “el póquer del mentiroso”, puntualizó. El ajedrez siempre fue comparado con la guerra o, mejor surgió con la guerra, en la India donde se escribieron algunos de los tratados más antiguos sobre guerra y política como el Kautiliya, por ejemplo. El póquer es más extraño como analogía. El engaño siempre está asociado a la política pero de maneras más sofisticadas que las que sugieren los sitios de internet de póquer. A los maestros del engaño les suele ir mal en política; hay que ser más que un embaucador para merecer el título de estadista.
La respuesta de Obama fue más completa. En el fútbol americano, como en la política, hay “muchos jugadores, mucha especialización, muchos golpes”. Habla desde la perspectiva de la materia. Cuando se ubica como político, desde el punto de vista subjetivo, la interpretación del símil cambia: en la política como en el fútbol americano, “hay que conformarse mucho”; ceder en los propósitos propios, buscar compromisos. “De vez en cuando ves un espacio y logras hacer una yarda”, completa.
Que toda metáfora es incompleta por definición y que las de la política lo son aún más, queda claro en la entrevista que David Letterman le hizo a Obama hace poco (Netflix). Allí el expresidente explica que el papel de un líder público trasciende las iniciativas, las obras, la solución de contingencias. Es decir, todas las tareas que tiene que hacer un buen administrador, apoyado por un buen grupo de técnicos y una burocracia eficiente. Descontando con qué margen de maniobra político y financiero pueda contar.
Un buen líder tiene que inspirar. Tiene que enviar las señales adecuadas a sus conciudadanos, a la población, acerca de cuáles son las actitudes y los comportamientos adecuados para que su proyecto y los propósitos del país salgan adelante. Un buen líder, un buen presidente de un país, tiene que impulsar un determinado perfil de la cultura ciudadana, indicando en qué patrones se debe persistir, a qué modelos debemos aspirar a parecernos. Influir en cosas tan simples y profundas como la forma de hablar o de expresar las ideas y las emociones.
Los buscadores de programas de gobierno, de experiencia, se quedan tratando de resolver la mitad del problema. Cuando un país o el mundo andan despistados en términos de valores, son más útiles los líderes inspiradores.
El Colombiano, 4 de febrero
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