Las señales que muestran la falta de argumentos en materia de política electoral son alarmantes. No me refiero a las redes sociales –en las que no participo– sino a los comentarios personales de gente ilustrada y a las opiniones que se cuelan en las conversaciones semipúblicas y en la prensa. Expondré algunos.
Empecemos por Gustavo Petro, el demonio público del día, como en su día lo fueron Álvaro Gómez o Rojas Pinilla. Hace apenas cuatro años, el apoyo de Petro a la campaña presidencial de Juan Manuel Santos resultó decisivo para el triunfo de este, y para la vicepresidencia de Vargas Lleras. Nadie dijo ni mú, hoy aparece como el intocable, el paria, sin que nadie explique por qué. ¿Cambió tanto Petro en cuatro años? Qué tan raro.
Sigamos con la frase del año: “por el que diga Uribe”. Acá está una de las pruebas más evidentes de irracionalidad. Baste recordar que en las elecciones del 2010, el que dijo Álvaro Uribe fue Juan Manuel Santos. El resultado fue más malo que regular para Colombia y nefasto para el uribismo. Y, sin embargo, millones de personas siguen esperando que Uribe les diga por quien votar. A mí por lo menos me queda claro que para eso Uribe no sirve, pero en esas andamos. Qué tan raro.
Desde que Petro se retiró del Senado de la República, cada año, consistentemente, el senador mejor calificado en el país ha sido Jorge Robledo. No en encuestas impersonales; esa ha sido la conclusión de estudios enfocados en los llamados líderes de opinión. Pues bien, ahora resulta que el apoyo del mejor senador del país se esgrime como salida para descalificar la alternativa presidencial de Sergio Fajardo. Qué tan raro.
A propósito de Robledo. Cuando andaba en el mismo partido con Carlos Gaviria Díaz, a los progresistas no les parecía tan mal tipo. Aunque sus ideas económicas, cercanas a las de Laureano Gómez –según Salomón Kalmanovitz–, eran las mismas. Qué tan raro.
Solo uno de los candidatos presidenciales está en el centro del entramado de corrupción de Odebrecht, en el ombligo de todos los robos al erario público en el departamento de Córdoba y, por supuesto, en la cadena administrativa que involucró a los contratistas inexpertos a quienes se les cayó el puente de Chirajara. Se llama Germán Vargas Lleras. Por cosas menores se cuestiona a la mayoría de aspirantes a la Presidencia. Pero de Vargas Lleras nadie habla en estos casos. Qué tan raro.
Víctima de la acusación temeraria y no probada de gobernar con el paramilitarismo, comentaristas cercanos al Centro Democrático pagan con la misma moneda tratando de confundir a la opinión con la especie de que todos los demás candidatos, excepto Vargas, son amigos de la Farc o testaferros políticos de ella. Muy raro y muy ridículo.
El Colombiano, 28 de enero
No hay comentarios.:
Publicar un comentario