lunes, 22 de mayo de 2017

Volveremos al estadio

Hace algún tiempo se cuelga un trapo en Oriental, en el borde entre la que llamamos fugazmente tribuna Centroamericana y la que se llamó en épocas pasadas Popular, que reza “Más allá del resultado”. La frase es una versión prosaica de aquel verso de Gabriel Romero que dice “no necesito que esté arriba”. Estoy hablando de un lema identitario de la hinchada del Medellín, que también puede serlo del Atlético de Madrid, la Roma, el Tottenham y otros varios equipos del orbe.

La proposición alude a un razonamiento que tiene variantes: preferimos jugar bien que ganar, la identidad antes que el éxito, alguna idea en el campo mejor que victorias casuales. Este argumento es propio de los hinchas de estadio. Al hincha de radio le basta ganar y mirar la tabla de clasificaciones en el diario del lunes. El hincha de estadio va a la tribuna a deleitarse, a sufrir, a deleitarse sufriendo, así que tiene ver algo allá abajo encarnado en los once tipos que visten esa camiseta que ama.

Este hincha parece invencible (“ser hincha del Medellín pierda o empate”, es otro emblema nuestro). Pero no se engañen. El hincha devoto también tiene su kriptonita. Jugar mal sistemáticamente es kriptonita, y es kriptonita la improvisación. La dirigencia actual del Medellín tiene a la hinchada hace casi un año a dieta de kriptonita. Como suele pasar con todo en la vida, es más difícil sostener que montar, y estos dirigentes laboriosos y afectuosos con el equipo se demoraron más de dos años montándolo y pocos meses poniéndolo a tambalear. Para que no crean que estoy exagerando con lo de la kriptonita les doy un dato: Medellín es el único equipo que tiene más abonos vendidos que gente en el estadio. Lisa y llanamente significa que somos muchos los que pagamos el abono y dejamos de ir religiosamente al estadio porque no hay inspiración en la cancha, lo que lleva a que haya poca motivación en la tribuna.

Pienso que los directivos se equivocaron cuando decidieron quitarles a los técnicos la función de escoger a los jugadores que se contrataban. Los únicos equipos del mundo que pueden darse ese lujo son aquellos que pueden pagar sus errores en millones de euros sin inmutarse. De esa manera un equipo que clasifica cada cinco años a un torneo internacional tiró por la borda la Copa Suramericana del 2106 y la Libertadores del 2017. Por añadidura, en este semestre nada en la Superliga e inopia en el clásico local (veremos esta semana).

Escribo de fútbol como aficionado. Además, saco el espacio porque no veo, en general, ningún sentido crítico en la prensa deportiva local. En realidad, algunos editores parecen publicistas de los clubes. Como hincha sé que volveré al estadio porque está en el alma, pero no sé cuándo.

El Colombiano, 21 de mayo

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