Acudo al concepto usado por el escritor Ibsen Martínez para caracterizar la postura mayoritaria de la población que permitió el ascenso del chavismo y el colapso de Venezuela. El autor apela al caso ya paradigmático del ascenso nazi apoyado por la población (“Los peligros de la aquiescencia”, Letras Libres, 03.31.07). Años después, se avino a dar una definición: “Aquiescente trae consigo que consiente, que permite o autoriza. No sé si sea apropiado decir que se trata de un sentimiento moral. En cualquier caso, la aquiescencia es una disposición que llamaré anímica” (Martínez, “La aquiescencia”, El Diario de Caracas, 11.18.12).
Martínez señala que la aquiescencia es, a la vez, “operación intelectual y la contorsión moral”. La conjugación de estas dos cosas hace que no la debamos calificar como sentimiento moral pues los sentimientos no se someten a operaciones racionales inmediatas. Lo contrario puede ser más correcto: se trata de una operación intelectual que conduce a una contorsión moral. Citando a Sebastián Haffner menciona un rasgo muy importante de la aquiescencia cual es su forma paulatina de expansión, como esas epidemias silenciosas, asintomáticas.
Creo que una señal distintiva de la cultura colombiana es la aquiescencia; sobre la que añadiré que es un síntoma de la falta de valor civil. En el habla, la aquiescencia se expresa en dichos, “hagámonos pasito”; versículos “quien esté libre de culpa que tire la primera piedra”, y consejos privados, “coma callado”, “no se meta en problemas”. La aquiescencia oculta nuestra propia inseguridad respecto al rigor con el que observamos la ley y la norma moral. Durante siglos hemos sido aquiescentes con la violencia y hace algunas décadas, por lo menos desde que López Michelsen llegó a la presidencia, con la corrupción.
Así que no me extraña que después de que nos aguantamos que el Cartel de Cali le pusiera la banda presidencial a Ernesto Samper y que en el 2010 se denunciara que otro delincuente valluno metiera 12 millones de dólares a la campaña de Santos (“El elefante que podría aplastar a Santos”, La silla vacía, 08.02.17), ahora se descubra una financiación indebida de Odebrecht a Santos en las elecciones del 2014. Durante toda la semana Santos ha sido titular, para mal, en los noticieros internacionales. Aquí se pegan de los tale Bula, Giraldo, Prieto, para que el Nobel duerma tranquilo.
Al respecto, un periodista de Colprensa me preguntó que qué iba a pasar. No dudé en decirle que nada, porque aquí no pasa nada. Después nos encontramos en medio de una guerra, un desastre, o la simple disfuncionalidad generalizada de la sociedad y nos preguntamos por qué. Es un entumecimiento moral que empieza por la manera como los medios minimizan la gravedad del asunto. Luego se convierte en una disposición que, primero, consiente las pequeñas faltas y legitima los horrores, al final.
El Colombiano, 12 de febrero
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