“Una provincia situada en el centro mismo, pero un centro ignorado, eludido y escamoteado”, así define Enrique Serrano nuestra condición durante La Colonia y podría decirse que así fue hasta mediados del siglo pasado. La ventaja geopolítica de estar en la mitad del continente más promisorio del segundo milenio –que habían visto Bolívar y otros– nos sirvió de poco en cuatro siglos de historia. El tercer milenio ha hecho más notoria a Colombia, cuya discreción y estabilidad rutilan en medio de las vicisitudes de los vecinos. ¿Por qué esta profecía fallida? ¿Por qué este largo trayecto sin grandeza en los éxitos ni en los fracasos?
El académico internacionalista y escritor barranqueño Enrique Serrano presentó este año su libro ¿Por qué fracasa Colombia? (Planeta, 2016). Un ensayo sobre la identidad colombiana en la estela de textos ya clásicos como Los negroides de Fernando González o La personalidad histórica de Colombia de Jaime Jaramillo Uribe. Se trata de un género que ha investigado y expuesto bien en nuestro medio el profesor Efrén Giraldo Quintero (Universidad Eafit), cuyos orígenes estaban cargados de especulación inteligente y que ahora se nutre de los acervos significativos de la historia, la antropología y la sociología.
Serrano hace un aporte sustancial para que tratemos de entender un poco más la sociedad colombiana, la nación, y no solo el Estado, las instituciones y sus figuras; para que nos pensemos como un continuo desde la colonización del siglo XVI y no solo desde la Independencia; para que procuremos comprender nuestra cultura y no solo la economía. Y para que no creamos que todo empezó con las reformas de 1850, el cultivo del café y la Regeneración (si sos azul) o la Revolución en Marcha (si sos rojo). Pero, ante todo, para cuestionar los clichés que han hecho carrera en las aulas, los púlpitos y los periódicos sobre nuestro pasado y nuestra condición.
El libro explica como formamos una nación sin planearla ni quererla y la seguimos haciendo con parsimonia debido a nuestro acomodamiento a las circunstancias, la falta de arraigo, la condescendencia con el incumplimiento de la ley, hasta conformarnos como “un grupo grande de personas desconfiadas e individualistas, con dificultades para hacer consensos”. Se adentra en hipótesis acerca de la trayectoria de nuestras formas de comer, vestir, rezar, hacer familia, conseguir plata y llevárnosla con el prójimo.
Es bueno que el lector potencial del libro de Serrano no se deje despistar por el título falso y sensacionalista ni por la mala carátula; se trata de un texto necesario, sugestivo y ameno. Una interpretación aguda de los trasfondos de nuestra historia; una explicación sensata de cómo y porqué somos lo que somos; un aporte a la discusión que tendremos en el futuro cercano, cuando el silencio de los fusiles nos permita hacer un festín de ideas.
El Colombiano, 21 de agosto.
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