lunes, 23 de mayo de 2016

Se buscan mediadores

Se dice, con razón, que Colombia está viviendo un periodo de alta polarización política. Es un signo de los tiempos en la política occidental. Basta mirar España, Alemania o Inglaterra, o escuchar a Bernie Sanders hablar de la señora Clinton, para no mencionar al dueño de Miss Universo que quiere vivir en la Casa Blanca. Lo mismo en Suramérica. Eso no quiere decir que se trate de una fatalidad y que las cosas no puedan hacerse de otro modo.

Las noticias de la semana pasada son la repetición agravada del festival de la injuria en que Uribe y Santos han convertido a la política colombiana. A la idea descabellada de la resistencia civil, Santos respondió con una cadena de insultos leídos ante el congreso del Partido Liberal. La gran diferencia es que Santos es el presidente de la república, lo que antaño suponía algo que llamaban la “majestad del poder”. En ese escenario, lució excepcional y casi heroica la mesura de César Gaviria, su sentido crítico.

La política democrática está hecha para canalizar las contiendas y las disputas a través de mecanismos institucionales, y para fijarle calendarios a los momentos de fragor y de decisión. Es parte de la esencia de los políticos democráticos saber perder. Esa fruición por la movilización permanente, la impugnación sistemática y la deslegitimación del poder, no pertenecen al bagaje de la democracia liberal y representativa. No parece haber en la coalición de gobierno ni en la oposición liderazgos que recuperen la cordura. Y todo indica que César Gaviria está sin oxígeno.

Fuera de los partidos y las instituciones públicas las cosas apenas están mejores. Los medios de comunicación no parecen entender a cabalidad el significado de la palabra medio. Cuando se dice medio se dicen muchas más cosas que el prosaico formato. El papel de los medios es hacer una mediación: explicar, interpretar, preguntar, dar espacio a los críticos. Pero, creería, que en circunstancias como las que vivimos también deberían contribuir a la moderación. En su lugar, ayudan a convertir el escenario público en un ring de combates marciales mixtos.

Buena parte de las revistas y noticieros se han ido convirtiendo en agentes de propaganda del gobierno u oficinas de prensa de la oposición. Se han descarado en la parcialidad. Por la fácil, ocultando, silenciando; con temeridad, sesgando y cargando las tintas. La propaganda es mala, incluso aquella que se hace a favor de las buenas causas. La propaganda nada tiene que ver con la formación y la pedagogía. Al final, es contraproducente.

No quiero sobreestimar el papel de los intelectuales y de las organizaciones civiles pero allí es donde se ven más destellos de sensatez. Destellos. Sigue siendo muy difícil que se defiendan los puntos de vista con apertura y actitud falibilista. Pero allí hay voces para escuchar y amplificar.

El Colombiano, 22 de mayo

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