El paso de Sergio Fajardo de la alcaldía a la gobernación generó interrogantes. Sin duda, una cosa es manejar una ciudad rica y otra hacerlo con un departamento relativamente pobre. Además, Antioquia –como dijo Álvaro Uribe hace 20 años– tiene las complejidades de un país entero. El discurso de Fajardo no cambió mucho: educación, oportunidades, legalidad, transparencia.
El gobernador adoptó como programa bandera el de Antioquia la más educada con varias estrategias, entre ellas, infraestructura física y el programa de becas. Como pasa siempre en este tema, el impacto no se puede ver en el corto plazo, pero una señal de su potencial provino de la ministra Gina Parody que adoptó el modelo antioqueño para darle norte a la acción del gobierno nacional.
La educación ha sido una obsesión de Fajardo alineada con dos criterios distintos. Uno técnico, identificado hasta la saciedad por los principales expertos mundiales en desarrollo. El otro político, y es que un plan estratégico consensuado en la región a fines del siglo pasado puso la educación como ancla del proyecto regional. Dicho esto no se entiende que Luis Pérez diga que los parques educativos son un proyecto inmobiliario (¿será que si gana los va a privatizar para convertirlos en hoteles o residencias?) o que Andrés Guerra prometa reducir la inversión en educación (El Colombiano, “El presupuesto de seguridad de Antioquia pasará del 1 al 5 por ciento”, 29.09.15).
El balance del gobierno departamental en materia de infraestructura educativa es alucinante. Antioquia carecía de una política en la materia. Se formuló, se creó una unidad en la Secretaría de Educación, se mejoraron 817 establecimientos educativos (promedio de casi 7 por municipio), más ciudadelas, los parques educativos y sedes universitarias (un dato por conocer).
Pero la intervención de mayores efectos inmediatos en Antioquia es la realizada en infraestructura vial. El departamento recuperó más de 10 mil kilómetros de vías. Fajardo deja el 88% de la red vial en buen estado después de haber recibido apenas el 15% en esas condiciones. La conectividad ha mejorado muchísimo en toda la geografía del departamento y, especialmente, en las zonas más alejadas como Urabá, el suroriente, Nudo de Paramillo y nordeste. Lo más distintivo, sin embargo, no se ve: el modelo de contratación que aseguró la trasparencia y eficacia en las licitaciones. No faltan los contratistas habituados al incumplimiento y a la trampa que afectan los planes y sueñan con que el próximo gobierno sea de corruptos.
De todas las iniciativas la más bonita, en mi opinión, es la promoción de cafés especiales. Con poco dinero, mucha imaginación, pequeños incentivos materiales y grandes incentivos simbólicos, muchas familias cafeteras empezaron a cambiar una tradición centenaria y a especializarse en producir cafés de muchas variedades y buena calidad. Juventud, tecnología y orgullo telúrico se dejan ver en las zonas cafeteras.
El Colombiano, 4 de octubre
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