Durante los últimos veinte años la favorabilidad hacia el Presidente de la República fue muy baja con excepción de los ocho años de Álvaro Uribe, en especial sus primeros cinco. Cuatro correspondieron a la peor crisis de legitimidad del país en su historia, durante el gobierno de Samper y los otros ocho, de apatía y baja credibilidad en los gobiernos de Pastrana y Santos. La joya de la corona de la democracia colombiana han sido los municipios.
Según el estudio de opinión pública de las Américas –que coordinan Vanderbilt University y la Universidad de los Andes– indicadores importantes para la democracia colombiana se han ido a pique en los últimos dos años. La satisfacción con el desempeño de la democracia que venía en niveles iguales o superiores al 55% se desfondó al 36% en 2014; solo hay más insatisfacción en Guyana y Venezuela. La percepción de corrupción se disparó desde el 2009 y Colombia ocupa el deshonroso primer puesto en el continente (aunque en este ítem no se incluyó a Brasil). Esta caída del país coincide con el despiporre del presidente Santos y su gobierno. No solo de paz vive el hombre.
Cuando uno tiene presidentes que trabajan poco y son ineficientes, lo salva la democracia local. Pero este aspecto se está tornando grave en el país. El promedio nacional de confianza en el gobierno local alcanzó un nuevo record a la baja en 2014. La confianza en las elecciones se cayó de más del 50% en el 2008 al 34% en 2014, y solo en Haití hay más desconfianza en el proceso electoral. Mientras en el 2005 la confianza en los gobiernos locales era del 55%, para 2015 había caído más de 10 puntos, y solo Perú y Brasil están peor que nosotros. Y eso que contamos con los buenos desempeños en más de una década de ciudades como Barranquilla, Medellín o Montería.
El estudio sostiene que son factores importantes en la credibilidad de los gobiernos locales, el nivel de participación ciudadana, la cobertura y calidad de los servicios (incluyendo salud y educación), la victimización por corrupción y la inseguridad. En este punto es donde deben aparecer los partidos políticos, pero solo en Guatemala, Perú y Brasil desconfían más de los partidos que los colombianos y nuestros partidos perdieron 10 puntos de confianza desde 2004.
Lo peor está por venir. Los partidos Cambio Radical y Liberal están en el ojo del huracán por el festival de avales a delincuentes, familiares de delincuentes y personajes con fuertes cuestionamientos legales y éticos; los conservadores no se rezagan. La directora de Transparencia por Colombia Elisabeth Ungar dijo que para “las elecciones de octubre aumentan las similitudes con lo que sucedió hace algo más de una década” (El Espectador, 08.07.15). Es la hora de una ciudadanía vigilante y activa.
El Colombiano, 2 de agosto
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