Una parte importante de las políticas adoptadas por la administración de Aníbal Gaviria Correa solo podrá ser evaluada a mediano plazo debido al carácter estructural y a la vocación indefinida que tienen. La creación del consorcio público, el cambio en la estructura burocrática del municipio o el proyecto Parques del Río son medidas de ese tipo. Todas tuvieron críticas diversas pero su bondad no se puede determinar a priori.
En aspectos específicos la ciudad no avanzó. El deterioro del centro de la ciudad continuó sin que todavía exista un proyecto serio de intervención. La ineficiencia de la autoridad de tránsito llegó a niveles que fracturaron la ya débil cultura ciudadana de conductores y peatones. Se han escuchado críticas a la forma como se conformó el equipo de la administración y, ciertamente, hay de todo: personas que mostraron solvencia técnica y otras que no se merecieron el sueldo.
Pero hay un tema en el que el legado de Aníbal Gaviria ya es indudable e histórico. Y no se trata de cualquier tema, sino de “el tema”: la seguridad, especialmente, en lo atinente a la vida que es la obsesión de Gaviria desde que entró a la política. Veamos los resultados: en la época de Pablo Escobar, éramos la ciudad más violenta del mundo y hace 14 años –en la época de Luis Pérez– también. Hoy Medellín está fuera de la lista de las 50 ciudades más violentas del mundo y ni siquiera está entre los 5 municipios más violentos del Valle de Aburrá. Terminaremos este año con menos de 500 homicidios y con una tasa cercana a 18 por cada cien mil habitantes.
Como saben todos los expertos en seguridad, es muy difícil aislar el impacto de los factores de la seguridad y hay una cosa cierta: nunca un solo factor explica los éxitos y los fracasos. Pero hay varios elementos de política que ya están siendo evaluados como positivos y que se deben a la gestión de la alcaldía. El aumento en el pie de fuerza policial, haber triplicado el número de cámaras, intervenir en los puntos calientes de la ciudad, incrementar la inversión, elevar la calidad de la información, mejorar la relación con el gobierno nacional. Lo más importante de todo fue la dedicación cotidiana al tema desde la oficina del propio alcalde.
La administración Gaviria deja una base importante para el próximo alcalde constituida por mejor infraestructura tecnológica, administrativa e investigativa; le hereda una política pública de seguridad diseñada sin afanes que incorpora las lecciones propias y ajenas en la materia. Y le deja el enorme reto de hacer sostenible la política de seguridad y bajar las tasas de homicidio a niveles cercanos a 10. El próximo alcalde deberá, además, avanzar en convivencia y cultura ciudadana, y hacer más eficientes el gasto y la inversión.
El Colombiano, 16 de agosto
No hay comentarios.:
Publicar un comentario