Afirman los expertos que Medellín está lejos de los parámetros internacionales de vehículos por habitante. El sentido común nos halaga cuando sentimos que estamos distantes del caos bogotano, pero la agilidad perdida en el trasporte nos alarma. La lentitud en el tráfico es agobiante. Lo digo yo que no tengo carro particular. ¿Cómo conciliar esos datos aparentemente contradictorios?
Desde mi perspectiva una de las principales causas del problema de movilidad estriba en la falta de cultura ciudadana. En los conductores. La ciudad ha invertido en bahías, pero se usan poco. Se han ampliado carriles que sirven como estacionamiento permanente para camiones, ventas de automóviles, ventas ambulantes o zonas para esperar (vayan a Barrio Colombia y vean). En horas pico, todo el mundo se lanza sobre las intersecciones haciendo inservible el sistema de semáforos. Como la ciudad es un bazar, cualquier semáforo o acera es un punto de venta donde el tipo no tiene empacho en apagar el carro hasta que se come unas papas o se toma una gaseosa. No hablemos de las permanentes obstrucciones y la lentitud debidas a que la mayor parte de los conductores llevan en una mano el volante y en la otra un celular.
Pero, ¿no está prohibido conducir con un teléfono o cosa parecida en la mano? He ahí la segunda explicación. El sistema de vigilancia de las normas de tránsito en Medellín es un fracaso. Intente buscar usted un guarda en horas pico, por ejemplo, en el cruce de Las Vegas con la 10. No hace mucho supimos que más de la mitad de los vehículos que circulan no cumplen el requisito de la revisión técnico mecánica. La masa de automotores obsoletos es altísima, lo que indica un fracaso de la supervisión y de los programas de chatarrización. Una parte apreciable de los problemas de movilidad proviene de accidentes y daños de los vehículos en mal estado. Para una porción apreciable de la gente las calles son sus talleres de mantenimiento y reparación.
Después tenemos la creciente participación de empresas privadas y dependencias públicas en obras que intervienen las vías de la ciudad: operadores de televisión y telefonía, encargados de ornato y jardinería, contratistas de las empresas de servicios públicos, responsables de aseo y recolección de basuras. Cualquiera cierra un carril, una vía, un viernes, un sábado, en horas pico. Nadie le pregunta a nadie. Nadie quiere pagar salarios nocturnos o festivos. Todos se lanzan –a veces al mismo tiempo– sobre las calzadas sin importarles la movilidad porque lo suyo es hacer el hueco, trabajar en él y taparlo. Otra cosa son los privados que se han tomado aceras y calzadas como parqueaderos de restaurantes y almacenes.
Hay que pensar en puentes, intercambios y demás, pero sin autoridad y sin cultura ciudadana no hay infraestructura que aguante.
El Colombiano, 22 de marzo
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