Medellín terminó el 2014 con la tasa de homicidios más baja de los últimos 35 años y realizó la mayor contribución regional al descenso de la misma estadística nacional. Esto significa una reafirmación de la tendencia descendente en la violencia –señalada técnicamente desde 2003– y la consolidación de un periodo de tranquilidad relativa que nunca habían vivido los más jóvenes y que los mayores no teníamos desde la década de 1970.
El resultado debe congratular a las autoridades nacionales y regionales. El gobierno nacional se fijó en la importancia de la seguridad urbana y estableció una política pública para orientarla, que incluyó la creación de una consejería presidencial para el tema. La administración del alcalde Aníbal Gaviria, ha mantenido una atención constante y prioritaria al sector que se ha expresado al menos en tres aspectos: mejor coordinación con el nivel nacional, aumento en la inversión en seguridad y avance en la formulación de política pública.
La violencia homicida es uno de los principales indicadores de avance en la construcción estatal y en las normas comunitarias de convivencia. Es una de las señales más poderosas de que una sociedad goza de orden y condiciones básicas para la cooperación y el desarrollo. En ese sentido, debe ser uno de los principales aspectos a evaluar en el desempeño del país y de nuestras regiones y ciudades.
Los logros de Medellín en esta materia en los últimos 11 años son altamente apreciados por los observadores y expertos internacionales. A veces son subestimados por ignorancia o por malicia.
Sin embargo, estos logros son parciales y frágiles. Son parciales porque la tasa de homicidios que tenemos está 8 puntos por encima del promedio latinoamericano y casi 20 puntos por encima del límite que fija la Organización Mundial de la Salud para calificarla como “tasa epidémica”. Son logros frágiles por naturaleza, la seguridad siempre está sujeta a riesgos imprevistos y amenazas indeterminadas., pero también porque el crimen organizado y la falta de apego a las normas por parte de una franja considerable de la población siguen siendo importantes en la ciudad
El tema de la seguridad llegó para quedarse. Es lo que indica el contexto mundial y es lo que se desprende de los diagnósticos sobre la situación latinoamericana. El escenario de una nueva fase de posconflicto, cada vez más probable, mantendrá la seguridad –con viejas y nuevas facetas– en un lugar preponderante entre las demandas ciudadanas y las prioridades de los gobernantes.
Dado que los factores determinantes del homicidio en Medellín se han tornado más dispersos, desorganizados y variados, de ahora en adelante ganarle puntos a la tasa alcanzada se hará más difícil. Exigirá más inteligencia y menos fuerza; más eficacia que cantidad en la aplicación de los recursos; más focalización que medidas generales; más cultura y menos punición.
El Colombiano, 11 de enero de 2015
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