El periodista español Miguel Ángel Bastenier señaló cuatro defectos del periodismo en castellano y, especialmente, latinoamericano. Ignoro el porqué de esa preocupación tan específica, pero es muy diciente. Uno de esos defectos lo llamó “declaracionitis” para referirse a la falta de seguimiento por parte de los periodistas a los administradores públicos, pero podríamos añadir a los privados, respecto a sus anuncios. El otro es el oficialismo que, prácticamente, va de la mano del primero (El País, 07.0614).
En Colombia es una vía fácil para todos, administradores y periodistas, la de gestionar declaraciones. Ante un problema la primera ocurrencia imaginativa es sacar una declaración, un anuncio como suelen titular aquí. Y las obligaciones, como las rendiciones de cuentas, se convierten en una rueda de prensa más y en boletines que se trascriben al medio, sin mayores preguntas y sin ninguna verificación o control. Se trata del lamento por el declive del periodismo investigativo que puede ser ocasionado por muchos factores, entre ellos la escasa cultura ciudadana de control sobre los actos de los gobernantes y la manera promiscua como la prensa se relaciona con los políticos, incluyendo por supuesto la pauta publicitaria.
Pero más grave aún es el problema de la declaracionitis en el sector público. En una famosa conferencia que está cumpliendo cien años de pronunciada (Vieja y nueva política), el filósofo español José Ortega y Gasset dijo que una de las características de la nueva política tenía que ser la eficacia. Repetía de ese modo viejas estipulaciones hechas repetidamente por los pensadores políticos. Se creía que sin eficacia el gobernante no podía preservar el poder, que la fuerza o la corrupción solas o combinadas no podían contener los efectos de la ineficacia ante la población.
Hoy Colombia es un caso en que algunos gobiernos, y claramente el gobierno nacional, viven de hacer declaraciones. Los personajes más importantes del despacho son el jefe de prensa y los amanuenses. Es como si la “fábrica nacional de discursos” –que inventara mi paisano Cimifú– se hubiera trasladado al Palacio de Nariño y a las oficinas de otros dignatarios locales.
El caso más patético de declaracionitis es el nuestras calamidades climáticas. Cuando aún no se han ejecutado los recursos anunciados para atender la emergencia invernal de hace tres años y cuando buena parte de los casi dos millones de afectados siguen sufriendo las consecuencias de las inundaciones de ese entonces, ya se les vino la sequía encima. La respuesta del gobierno fue sacar una declaración. Pocos días después este diario tituló con ironía, “Anuncios de Santos no calman la sed guajira” (El Colombiano, 26.07.14).
Paciencia. Viene el 7 de agosto, con otra banda presidencial y miles de anuncios más. Y páginas de tinta, decibeles e imágenes, mediante las cuales el oficialismo le hace el juego a la declaracionitis.
El Colombiano, 3 de agosto.
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