Después de las elecciones parlamentarias del 9 de marzo, es inevitable intentar algún balance y hay varias perspectivas posibles. Una sería la que tiene que ver con la participación electoral y los mecanismos del voto; otra con los alinderamientos potenciales de cara a las presidenciales de mayo y al futuro cercano de los partidos políticos; una tercera, respecto a las posibilidades de las alternativas al bipartidismo.
Respecto a la participación electoral parece que no hay nada nuevo bajo el sol. Aunque la abstención electoral disminuyó en 10 puntos desde 1994 (68%) hasta hoy (57%) el fenómeno recurrente del voto nulo –que hace dos décadas podía presumirse como intencional– está castigando parcialmente este avance (7% sobre el potencial de votos). Esto llevó a que varios columnistas volvieran a hacer los viejos cálculos de los críticos del sistema electoral colombiano: de 100 colombianos, votaron 44, tuvieron un voto efectivo solo 25.
Hace 24 años, en la Asamblea Nacional Constituyente, las cabezas de bancada fueron Álvaro Gómez, Horacio Serpa y Antonio Navarro. Los analistas anclados en el desueto esquema derecha-izquierda podían ver allí los representantes de las tres alas del espectro político. Ahora son 4 partidos medianos encabezados por Álvaro Uribe y Horacio Serpa, dos de ellos; pero los otros dos con grandes electores como Musa Besaile y Roberto Gerlein, lo que muestra la desvalorización los liderazgos partidarios y la pérdida de las fronteras ideológicas.
La autodenominada izquierda estuvo al borde de la extinción. La Unión Patriótica no llegó a 100 mil votos, el Polo Democrático perdió media bancada a Senado. La Alianza Verde apenas conservó sus 5 curules de senado, a pesar de (o por) el ingreso de los Progresistas. Desde 1991 el electorado ha castigado a los primeros por su falta de claridad respecto a la lucha armada y sus peleas intestinas, y a los segundos por su falta de carácter y su apoyo a un mal alcalde como Petro. Sin embargo, el electorado no castigó a los partidos medianos ni por la ineficiencia, ni por la corrupción, ni por la parapolítica. La Silla Vacía tiene su tarjetón de 32 congresistas reelectos vinculados al fenómeno paramilitar (“La foto de la parapolítica de 2010 a 2014”, 13.03.14).
Después de dos décadas, lo más nuevo del escenario electoral es la falta de moderación política –la guerra mediática entre Santos y Uribe– que cada vez amenaza más la institucionalidad; el aviso de que el partido liberal completará 24 años sin ganar unas elecciones presidenciales; y que, una vez más, los colombianos tenemos la posibilidad de que emerja una tercería, alterna a los viejos partidos y sus disfraces: de los 25 colombianos que votaron 9 terciaron en la consulta verde y Enrique Peñalosa se apuntó casi 2 millones de votos. Está bien como cuota inicial y señal de esperanza.
El Colombiano, 16 de marzo.
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