Después de la indignación de las piedras emerge la indignación en la tarjeta electoral. Ya en 2012, según Lapop, Colombia estaba entre los países de América con mayor índice de participación en protestas. Después de eso vinieron los paros en el campo, de agricultores y mineros. Ahora, el voto en blanco surge como una expresión institucional de la inconformidad ciudadana, hasta el punto de que es la primera preferencia para las elecciones presidenciales y podría alcanzar hitos históricos para las de congreso.
El voto en blanco tiene sentido en términos abstractos. Es un voto legalmente habilitado y contabilizado en nuestro sistema electoral. Además es un voto legítimo. Apenas uno de cada tres colombianos cree que el gobierno está interesado en lo que piensa la gente y un poco menos cree que los partidos escuchan a los ciudadanos (Lapop, 2012). El desprestigio del congreso –que es común en Occidente– se agrava acá por la baja calidad de la deliberación y los altos niveles de corrupción.
Sin embargo, es muy probable que el próximo congreso de la república sea el mejor que hayamos tenido en décadas. Los jefes políticos no se escondieron, ni se contentaron con poner lugartenientes romos y ambiciosos. Tendremos sesiones con Uribe, Robledo, Navarro y Serpa. Es de esperarse que, además de Mira, el Polo y el Centro Democrático actúen como bancadas. Todos los partidos ofrecen opciones atractivas. Para mí, la excepción es la Unión Patriótica pues resulta aberrante y moralmente inaceptable que se le permita participar en elecciones sin que las Farc se hayan desmovilizado.
El voto en blanco es un voto perezoso. Hay que sacar el rato para encontrar los buenos candidatos. Empiece por no votar por los familiares de los que están en la cárcel, tampoco vote por los que llevan años y lo único que han hecho es devengar. Infórmese sobre esto en la página de Congreso Visible. En cambio, es bueno arriesgar con los que intentan por primera vez, especialmente si están bien rodeados y se les ve alguna idea interesante.
Pero el peor problema del voto en blanco es que no permite canalizar la inconformidad hacia las opciones propositivas y renovadoras. El voto en blanco termina castigando a los partidos pequeños que sufren para alcanzar el umbral y dándole una sobrerrepresentación a los votos amarrados de las maquinarias. El voto en blanco neutraliza las preferencias del votante con opinión propia y premia a los candidatos que manipulan al elector.
El país vive una polarización política aguda entre dos sectores ideológicamente conservadores desplegados en casi todos los partidos. En las circunstancias actuales de Colombia es aconsejable refrescar la política dándole más peso a los sectores reformistas que buscan un país más pacífico, más equitativo, más competitivo, con personas habilitadas para disfrutar de una mayor libertad real.
El Colombiano, 2 de marzo
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