miércoles, 9 de octubre de 2013

Populismo punitivo

Cárcel larga y sin piedad. Tal es el lema de nuestros políticos desde hace algunos años y una de las frases preferidas del gobierno y sus funcionarios: cárcel para los conductores borrachos, para el cartel de los vándalos, para los hinchas violentos. Ya hace algunos años la fallecida senadora Gilma Jiménez había ganado prestigio con la simple idea de encerrar perpetuamente a los pederastas.

El fenómeno ni es nuevo ni es colombiano. Ha sido estudiado por el sociólogo David Garland quien lo ha llamado “giro punitivo en el derecho penal contemporáneo” (Crimen y castigo en la modernidad tardía, Universidad de Los Andes, 2007). Dice además, que se trata de una tendencia populista. De allí que el término populismo penal o populismo punitivo se haya extendido entre los expertos.

El supuesto básico de los políticos que se decantan por el populismo penal es que la opinión pública es dominantemente partidaria de toda retaliación y, por tanto, que prometer condenas expeditas y largas da popularidad y, sobre todo, votos. Los populistas punitivos están convencidos de que la sociedad está aprisionada por el miedo –que los medios de comunicación alimentan cotidianamente– y que la vida de la gente está llena de “microfascismos emocionales”.

Pero ese supuesto es falso. Por lo menos así lo demuestra un trabajo de grado en maestría de la Escuela de Derecho de la Universidad Eafit. El ahora magíster Juan Pablo Uribe encontró que para el 40% de la gente la criminalidad debe enfrentarse, primero, desde la familia y las instituciones educativas; otro 30% piensa en medidas de tipo socioeconómico; mientras solo el 10% opta por el derecho penal. Otras dos conclusiones del estudio son interesantes: la gente parece pedir más imaginación a la hora de tratar el delito y no limitarse a la rutina de busque, capture y encarcele; y parece pensar en penas menos severas que las que aplican los jueces.

Sin embargo, las discusiones sobre populismo punitivo suelen dejar de lado otros aspectos no menos importantes.

Uno, es el sesgo clasista que tiene. El populismo punitivo se enfoca básicamente en los delitos menores (como la violencia callejera) o en los eslabones más débiles de la cadena (como el robo de celulares). Los populistas punitivos se hacen los de la vista gorda con los delitos de mayor impacto como la corrupción o el contrabando, y eluden tocar los factores más eficaces y menos costosos de las cadenas criminales. Por ejemplo, el robo de celulares se combatiría más eficientemente con el control desde las compañías operadoras que buscando rateros en las grandes ciudades.

El segundo aspecto son los problemas que entraña para la cadena penal. El populismo punitivo somete a un enorme degaste a la fuerza pública, especialmente a la policía en materia de legitimidad, y se olvida del terrible problema que supone el régimen carcelario.

El Colombiano, 6 de octubre.

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