Estos son los arriesgados; los que se aventuraron en el registro civil de sus hijos con los azares de la vida de personajes temerarios. También existen los suicidas. No hace mucho, en su columna de El Espectador, Alfredo Molano confesó sus muertos: Gaitán (un fascista díscolo), Guevara (un guerrillero inepto), Chávez (un lunático). Así que elegir un héroe o un mártir siempre es un modo de atarse. Los que bautizan, al presente; los tumularios, al pasado.
Uno también puede elegir héroes como modelos de futuro. Sin
buscar las figuras que representan nuestra trayectoria pretérita ni engañarse
con herencias podridas. Podemos pensar en las figuras que representen una
conducta mejor que la nuestra, que prefiguren un futuro más amable que el que
nos prometieron los vendedores de utopías.
A esta categoría puede pertenecer Nelson Mandela. Si
aceptamos –como yo lo hago– la idea de Eric Hobsbawm de que el siglo XXI empezó
en 1989, las figuras que más han contribuido al cambio en este tiempo serían
Deng Xiaoping, Mijail Gorbachov y el líder surafricano. Pero hay una diferencia
crucial entre ellos. Solo Mandela emergió contracorriente, construyó el poder
desde abajo y desde afuera, y con las manos abiertas.
Nelson Mandela representa la insurgencia civil, el valor de
transar con los enemigos, la modestia de avanzar paso a paso, la sensibilidad
para juntar a los muchos y neutralizar a los pocos. Entre todos los líderes
contemporáneos, Mandela es el único que puede ser llamado libertador y fundador
de una nueva patria. Siempre fue más amado desde la cultura popular que por la
intelectualidad romántica. En este caso, prefiero los afectos de Bono que las
adscripciones Gianni Vattimo.
No deja de ser sintomático que en Colombia hayan existido
leninismo, franquismo, castrismo, chavismo y no exista mandelismo; eso nos
retrata en la falta de moderación política. Pero es que, además, mandelismo no
existe en ninguna parte del mundo, ni siquiera en Suráfrica. Esa es una
demostración de que el talante del fundador del Consejo Nacional Africano era
refractario al caudillismo.
Nelson Mandela está en la historia. También él se hizo a sí mismo siguiendo la ruta de figuras emblemáticas como Henry Thoureau y Mahatma Gandhi; renunció a la herencia de Shaka Zulu y se apartó del camino de los líderes nacionalistas africanos, aferrados al poder, borrachos de avaricia, muriendo odiados. Prefirió parecerse a Martin Luther King y fue amado por Muhammad Ali.
El Colombiano, 30 de junio
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