Tiene mucha razón Jorge Orlando Melo cuando –en su análisis sobre el tema del café– se lanza contra el corporativismo rentista habitual en el país. Especialmente en aquello de que los políticos “nos sobornan con el dinero que reciben de nosotros, y debemos agradecerlo” (El Tiempo, 27.02.13). Pero se equivoca meridianamente comparando a los cafeteros con los banqueros. Es muy probable que los cafeteros sean un grupo de presión, como los importadores de licores o automóviles, pero la diferencia consiste en que son un sector social más importante: más de medio de millón de familias, concentradas en 8 departamentos con más de 20 mil cada uno y con una incidencia alta en Antioquia, donde está el 20% de la población que vive directamente del café, Cauca y Tolima.
Los últimos días han demostrado, adicionalmente, que también pueden ser un movimiento social y eso nunca, nunca, va a pasar con los banqueros. Y es que nadie ha resaltado lo que hizo el editor del DW Journal: se trata de la primera huelga cafetera en 90 años. Tratada como todas en las últimas 6 décadas. Con tonterías como la de protestas “infiltradas” o “politizadas” o con pequeños trucos como el de “conversamos si levantan los bloqueos”. ¡Pero si los cafeteros se movilizaron porque hace más de un año presentaron su pliego y no les pararon bolas!
Que no se trata simplemente de la estolidez del ejecutivo lo demuestran los resultados del último informe “Cultura política de la democracia en Colombia y las Américas, 2012”, coordinado para Colombia por el profesor Juan Carlos Rodríguez-Raga de la Universidad de los Andes.
En la sección sobre la receptividad de los mandatarios a las opiniones de los ciudadanos. Colombia aparece en los últimos lugares en América (43,4%) superando apenas por 5.6 puntos a Paraguay, que es el último. Obviamente, en las cifras que corresponden a cuestiones como si los gobernantes están interesados en los que piensa la gente y si los partidos políticos escuchan a la gente ocupamos los lugares 18 y 20, respectivamente, entre 26 países del continente.
En el capítulo sobre tolerancia política, Colombia aparece como un país con indicadores bajos. Es decir, nuestra sociedad y sus instituciones tienden a reprobar a quienes critican al gobierno, a no permitir que hagan manifestaciones públicas, a negarles espacio en los medios de comunicación o, incluso, a que participen electoralmente. El país solo es superado significativamente por Haití, Bolivia, Perú, El Salvador, Ecuador y Honduras.
El mismo gobierno que trata con suavidad a la Drummond y que vuelve al proteccionismo por las quejas de la industria, exhibe su temple frente a los cafeteros. Con la irónica casualidad de por medio, que así como el Presidente de la República fue gerente de la federación, gran parte de su equipo pasó por el gremio. Cuñas del mismo palo.
El Colombiano, 3 de marzo
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