En memoria de Roger Fisher (1922 – Agosto 25, 2012).
No es lo mismo negociar secuestros que negociar acuerdos políticos. En lo primero las Farc tienen una experiencia insuperada en el mundo, en lo segundo son novatos y eso quedó demostrado en Tlaxcala (cuando se sentaron extemporáneamente), en El Caguán (cuando desperdiciaron su mejor posición) y parece que quisieran repetirlo ahora en este mesa intercontinental.
No me refiero al discurso de Iván Márquez esta semana (18.10), que para empezar está firmado por el Secretariado y, por tanto, sobrepasa la expresión individual de quien –se sabía– representa el ala dura del grupo guerrillero y parece haber tenido tiempo suficiente en los últimos años para recolectar poemas, palabras raras del diccionario y leer a Bolívar.
Tampoco a las ofensas que lanzaron al pueblo colombiano, usurpando su representación, desconociendo su condición de victimarios e igualándose con aquellos a quien han oprimido y sacrificado durante décadas. Esto fue mucho más grave que las sindicaciones a personas y empresas, y los ataques al llamado “asesino metafísico”.
Me detengo a pensar por un momento en la simple lógica de una negociación. Para cualquiera que le haya puesto dos sentidos –ni siquiera los cinco– al discurso del Secretariado, sus términos representan un intento de deshacer el resultado de los 6 meses de conversaciones en La Habana. Así lo entendió Humberto de la Calle y así lo expresó con firmeza. A los ojos de un garante, así sea cubano, esto no puede ser un buen comienzo y ni siquiera un comienzo normal, como algunos indulgentes quisieron interpretar.
¿Qué ese mal paso se puede deshacer? Claro que sí. Pero ya en ese momento las Farc empezarían a perder en la mesa sin haber tocado ninguno de los 5 puntos.
El segundo asunto tiene que ver con el comportamiento entre las partes. El discurso del Secretariado fue totalmente asimétrico respecto al de los representantes del Estado. El vocero oficial los trató con respeto. En cambio el Secretariado se lanzó en descalificaciones al régimen, a las acciones gubernamentales, al empresariado. Es decir, también dieron un mal paso en la relación.
Finalmente las metas que se fijaron públicamente en su discurso superan con exceso lo que ha conseguido Cuba en más de medio siglo y Venezuela en una docena de años de chavismo. El Secretariado se autoimpuso unas expectativas que superan cualquier escenario viable previsto por los analistas. De nuevo, se han puesto en la situación de que un acuerdo modesto pueda ser percibido como una claudicación.
Estas cosas son las que le dan contenido a la expresión mal negociador. No se trata de un augurio.
A lo mejor no les importe. Las Farc pueden haberse colocado así mismas en la situación de dejar una constancia histórica o de elaborar un nuevo manifiesto político de cara a su probable condición futura. Ya veremos.
El Colombiano, 21 de octubre
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