Una rutina propia de la profesión que desempeño es dar respuesta, a estudiantes extranjeros y nacionales, sobre cuáles libros recomendaría para entender el país. Aparte de la profundidad que puede adquirir aquello de “entender”, pues ningún país se acaba de entender cabalmente, siempre doy respuestas diferentes pues hay lecturas que perduran, libros que revolotean ocasionalmente en nuestros estantes y problemas que sacan del olvido algunos textos.
Suponiendo la buena fe de la pregunta y que la reacción apropiada sea ir a leer alguna de las recomendaciones, y que la ideal sea superar cierta fase que podríamos llamar “Colombia para dummies”, me atrevo a recomendar algunas lecturas a propósito de otro 20 de julio.
Empiezo por tres libros que son esfuerzos por establecer una mirada larga a la historia del país. “El poder político en Colombia” (1996) de Fernando Guillén Martínez, una obra incubada en el departamento de Ciencia Política de la Universidad Nacional, que silenciosamente ha ido sedimentándose como un clásico en la materia, a pesar de sus ambiciones. “Colombia 1910-2010” (2010) editado por María Teresa Calderón e Isabela Restrepo incluye cuatro ensayos sobre política, economía, relaciones internacionales y cultura que ofrecen una panorámica del segundo siglo colombiano. “Orden y violencia” (1985) de Daniel Pécaut, que acaba de ser editado en su versión definitiva por el Fondo Editorial Universidad Eafit.
Una reflexión filosófica sobre acontecimientos de la época prerrepublicana y otros del siglo XX, es la que se desarrolla de manera muy bella en “Perfiles del mal en la historia de Colombia” (2009) de Ángela Uribe Botero.
Sobre los acontecimientos de las últimas tres décadas acaban de salir varios libros sugestivos. “Víctima de la globalización” (2012) de James D. Henderson. Me gusta más el subtítulo (“La historia de cómo el narcotráfico destruyó la paz en Colombia”) porque no creo que seamos víctimas de nada. En la Universidad de Los Andes se llevó a cabo un proyecto para examinar diversos aspectos de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991 y la carta política que originó. De allí salieron varios estudios publicados en formato pequeño, de los cuales me pareció particularmente importante “La paz en cuestión” (2011) de Julieta Lemaitre Ripoll. Más heterogéneo pero también llamativo es el material reunido en “Una carta política para reinventar la democracia” (2012) coordinado por Francisco Cortés Rodas.
Desde un ángulo completamente diferente, “La pasión de contar” (2009) de Juan José Hoyos compila y estudia parte de lo más representativo del periodismo narrativo en más de tres siglos, mientras “La eterna parranda” (2011) de Alberto Salcedo Ramos hace crónicas de las últimas dos décadas que cubre desde la cultura popular hasta relatos de la guerra.
Ice la bandera o no, cante el himno o no, parézcale apropiada o no la idea de patria, conocer nuestra historia y los estudios rigurosos de nuestro presente es un deber.
El Colombiano, 22 de julio
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