En Colombia hay problemas de problemas, ocultos o semiocultos. Pero tal vez el más oculto de todos sea el drama de nuestros jóvenes. Los jóvenes colombianos, por definición todos los menores de 25 años, son la minoría más importante del país después de los hombres. Según las proyecciones del censo del 2005 los jóvenes colombianos son 22.290.020, o sea el 49% la población. (En Colombia la única mayoría demográfica son las mujeres, que de hecho son más que los pobres.)
En el mundo hay 74,6 millones de jóvenes desempleados, para una tasa mundial del 12,6%. La cifra para América Latina y El Caribe bordea el 15%, mientras la tasa colombiana está en 19,4%. Esto significa que en el mapa mundial solo hay dos regiones peores que Colombia en materia de desempleo juvenil y son el norte de África y el África Subsahariana. El desempleo juvenil colombiano es el más alto de Suramérica. De hecho la tasa total de desempleo nuestra supera por márgenes del 40% al país que nos sigue que es Venezuela. En esta materia somos más parecidos a los países centroamericanos (OIT, Global Employment Trends for Youth: 2011 Update).
Aunque en el mundo los muchachos resultan un poco más perjudicados que las jovencitas, en Colombia el sesgo del desempleo es claramente antifemenino y nuestras chicas están en las mismas cifras que los jóvenes africanos. Una explicación probable de este sesgo es la precariedad del empleo juvenil. Con tasas de informalidad superiores al 40% y con el tradicional escoramiento gubernamental hacia la construcción y las obras públicas, es explicable que las jóvenes tengan menos oportunidades.
Sin embargo, parece que el desempleo juvenil masculino es uno de los factores que está asociado a las altas tasas de homicidio y la perduración de las guerras civiles. En el segundo sentido se orienta el trabajo doctoral del profesor Mauricio Uribe López. Una de las características de los países con guerras civiles largas son altas tasas de desempleo juvenil masculino y los estándares colombianos son muy parecidos a los de Filipinas y Etiopía, y superiores a los de India o Pakistán, para mencionar solo algunos casos.
Por si fuera poco, las tasas de subempleo son significativamente altas (43,5%). Y tal vez el caso más preocupante sea el llamado subempleo subjetivo que se ubicó en 2011 en 31,2%. ¿Por qué es tan preocupante esta cifra que, con seguridad, afecta más a los jóvenes? Porque ella ilustra la disociación entre expectativa y logro. Y usualmente esta disociación significa que los niveles de educación y capacitación no se corresponden con el tipo de contratos laborales y remuneraciones que los jóvenes están recibiendo.
Si esto es así estaríamos incumpliéndole a la sociedad la promesa de la movilidad social y a los jóvenes la promesa de que la educación es la salida, aquello que el profesor Renán Silva llama la “ilusión educativa”.
El Colombiano, 15 de julio.
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