Durante décadas Montecasino no fue, para los habitantes del suroriente del Valle de Aburrá, más que un largo muro de piedra, cubierto de árboles, detrás de los cuales se insinuaban apenas las lomas habituales de la zona. Desde el año pasado el lugar cobró vida. Se abrieron las dos puertas laterales de hierro, se colgaron los avisos de Telemedellín y en el último semestre se pregonaron mediante vallas las realizaciones de la Alcaldía.
Que la administración municipal se apropiara de Montecasino fue posible gracias a que alguien hizo notar la displicencia con que la Dirección Nacional de Estupefacientes manejó el predio. Una década de ociosidad de un terreno de 30 mil metros cuadrados en la zona más valorizada de Medellín y encargo de los bienes a personas cercanas a los expropiados. Pasa en el corazón de la modernidad política y económica, ¿qué no habrá pasado en los predios rurales bajo extinción de dominio en el país?
Cuando Telemedellín entró a Montecasino la opinión pública se enteró de qué se trataba. Ese lugar fue durante dos décadas residencia de Fidel Castaño, primero, y de su hermano Carlos, después. En su momento los medios se entretuvieron con extravagancias como los baños enchapados en oro y las cajas fuertes camufladas en las alacenas, pero lo más simbólico de todo pasó desapercibido: las rejas de un antejardín que replican las del Palacio de Nariño y unos cuartos subterráneos que podían ser celda o sala de torturas. Según las narrativas mafiosas, Montecasino fue lugar de entrenamiento sicarial y sede de la reunión que dio origen a Los Pepes.
Al parecer Fidel Castaño compró esa casa a una prestigiosa familia local. El caso es que el origen de la misma se remonta al empresario William Halaby. Tampoco sabemos el porqué del nombre. Montecassino (con doble s) es el lugar de fundación de las órdenes monásticas por parte de San Benito y medio milenio después Tomás de Aquino estudió allí. En las mentes contemporáneas es más recordado por las batallas de 1944, pero más aún por las películas sobre la Segunda Guerra Mundial. Ni industria, ni mafia, ni Estado, están relacionados con el nombre.
La trayectoria de Montecasino podría ser una parábola de la evolución de la sociedad y el Estado colombianos. Señorío de la iniciativa privada, acrecentada en la etapa de acumulación originaria de capital y formalizada antes de mediados del siglo pasado. Coto privado de narcotraficantes reconvertidos en guerreros y usados como puño de hierro contra Escobar primero y la guerrilla después. Dominio del Estado con usos para dependencias de la administración municipal y espacio público abierto a la ciudadanía. Consecutivamente.
Una parábola con un remate ideal, a saber, el monopolio de la dominación legítima del Estado. Ya sabemos que los tipos ideales y los periodos son estilizaciones, y que siempre encontraremos mezclas y enturbiamientos. Pero esta parábola que se corona en la civilización que supone un Estado fuerte y legítimo quisiéramos verla realizada en toda Medellín y toda Colombia.
El Colombiano, 26 de febrero
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