Entra al patio donde estamos charlando y nos lo presentan. La música de fondo está suficientemente alta como para no entender uno de esos nombres seudo-gringos que abundan las generaciones nuevas. Es un tipo joven, motilado al rape, con un rostro dominado por las mejillas y cuerpo dilatado. Es como un modelo a escala de un luchador de sumo japonés.
Estamos en una casa grande y relativamente vieja de San Javier en la Comuna 13. El contexto es el lanzamiento oficial de Parcharte. Parcharte es una red en la que se integran jóvenes dedicados a la música, el breakdance y a expresiones plásticas como el graffiti y la animación digital. Quisieron unir sus esfuerzos y los apoyos de Mi Sangre (Juanes), la Casa de las Estrategias y la Alcaldía para darle más orden y visibilidad al “arte joven y popular”.
El luchador empieza a hablar y el grupo se va poniendo de pie y formando un círculo para escucharlo. Ahora veo su camiseta a la media luz. Es amarilla con una frase estampada en un punto grande que dice “Aquí sí hay amor”. Está hablando de La Élite, un frente que integra diversos grupos musicales de la Comuna 13 y ya no lo veo como un gladiador de sumo sino como un cantante de hip-hop.
Cuenta la historia del C15. Aviones de caza fabricados por España cuya fabricación se retrasó, “llegaron tarde a la guerra”, dice. Entonces fueron utilizados para trasportar heridos, médicos, alimentos. Ignoro de qué guerra está hablando, pero inmediatamente me doy cuenta que ese no es el tema. Está explicando el nombre de su grupo musical. Se llama C15 y quiere servir también para reconstruir y restañar heridas.
Le pregunto por un disco. No existen. Se descargan canciones. A veces se copian para ciertos eventos. En diciembre copiaron 200. La buena noticia es que lo vendieron todos y la mala es que no quedan. Habla de su éxito y comprendo lo de la camiseta. La canción se titula “Aquí sí hay amor”. Y explica la intención de la misma. Quieren mostrar que en la Comuna 13 hay amor, que el 90% del tiempo hay alegría, trabajo, vida comunal, arte. Que a veces hay dolor, sangre y que ha visto muertos (“¿quién no?”).
Habla de sus conciertos en Bogotá y Barcelona, de las preguntas bobas de la gente que lo único que ha visto de la Comuna 13 son los titulares de prensa y lo único que había oído antes de C15 eran los alaridos sensacionalistas de los presentadores de las cadenas nacionales de televisión.
Me queda muy fácil entenderlo. Un habitante de San Javier se siente hoy como todos los habitantes de Medellín nos sentíamos hace 10 años. Una muchedumbre estigmatizada por la ignorancia, la incomprensión y el miedo: “Según los males que apetecen las malditas sociedades / Se cree culpable el asfalto de mis calles”. El drama es que con una experiencia tan fresca, los demás repitamos con ellos esa historia de repudio.
El Colombiano, 12 de febrero 2012
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