En pleno invierno austral, Rio amaneció sin una nube y los cariocas con un pesimismo temperado respecto a su selección. Eso no obsta para que el Mundial sea como una navidad, con cada calle adornada por los vecinos con festones verdes y amarillos, balones verde amarillos, banderas verde amarillas e invocaciones a Sudáfrica, a la copa y al “hexa”.
Con las horas la temperatura subió hasta 31 grados y todas las gentes se vistieron con el primer y el segundo uniforme de la selección o con algo parecido vinculado con su barrio o con su religión o con su club. Pueden verse camisetas de la selección en las que afinando el ojo despunta el escudo de Santos o el de Vasco. Corriendo de un lado para otro, haciendo lo que hay que hacer para liberar la tarde mientras se fisgonea al probable rival de cuartos que ya sobrepasa a Eslovaquia, las dos de la tarde se congestionan con los preparativos.
Copacabana está tomada por la fanfest de la Fifa y Cocacola, mientras los más discretos se refugian en restaurantes, cafés y tiendas. Las avenidas se vacían y solamente algunos autobuses sin pasajeros cumplen con sus horarios. Chile empuja y la mala leche del hincha se sube hasta que Juan la disipa levantándose detrás de una cortina de Luis Fabiano Fabuloso. Tres a cero... empiezan a sonar pronósticos en la mitad del primer tiempo.
3 comentarios:
Parece un pequeño cuadro costumbrista, o de esos textos cortos que antes escribían los viajeros.
No voy por Brasil, pero entiendo la emoción y el contagio.
Siguen buenos partidos y la esperanza (aunque no el deseo) de ver campeón a España ¿te podés imaginar lo qué va a pasar en Neptuno o en Cibeles si eso llegara a suceder?
:)
El pesimismo del hincha es con razón, aunque a veces pesa más la estampa de campeón!!!
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