Pocos han notado, en esta campaña electoral llena de simbolismos, transmigración de almas, mensajes subliminales y miles de errores (todo para el mismo lado) en el conteo de votos, que los partidos que pasaron a la segunda vuelta fueron los que usaron emblemas poderosos. Lo digo porque me quedan pocas dudas de que el emblema del Partido de la U es la herradura. Ese dispositivo de acero que se clava a los caballos en los cascos, hasta donde yo recuerdo, con unos clavos que siempre me parecieron que debían ser los de la crucifixión.
Dos sugerencias ocasionales sobre la herradura.
Acabo de leer Todos los hermosos caballos de Cormac McCarthy y me queda claro que el mundo de esta novela, de tierras ásperas y caballos salvajes, es claramente un mundo premoral y prelegal. Un mundo con gente pero sin sociedad, donde las leyes son el dinero y el revólver. Donde la única alternativa son la suerte y la piedad. Y una sinceridad extrema que lleva a que después de ser absuelto en juicio, el protagonista visite al juez para decirle que él no es tan bueno como este cree.
Mañana empieza el Mundial, en el que aparte de todos los equipos de negros (incluido Brasil) el único que me simpatiza es el de la Madre Patria. En el fútbol le decimos herradura a la situación en que un equipo encierra al otro contra su propio arco y lo somete a un asedio implacable. Por segunda vez desde que vivo, todos los partidos políticos del país se unen contra un candidato que pronuncia un discurso creíble contra la corrupción. Y todos los opinadores del establecimiento lo consideran sectario, peligroso o tonto. El primer asediado fue Galán; insiste Jorge Orlando Melo en recordarnos esta analogía.
3 comentarios:
Jorge, en medio de mi sensiblería política, en medio de la indignación de la realidad no aceptada y sin intenciones de aceptar, antes de bien, de tratarla con poderosa intolerancia argumentativa, te digo que lograste ponerme más sensible.
"antes bien"
Tal vez la "Unidad nacional" en herradura, a diferencia de la posición ofensiva del fútbol, no pretende tanto conseguir la victoria el veinte de junio. Parecen más bien movidas dirigidas pensando desde ya como presidente, que quiere asegurar desde ya su reelección y desdibujar la más mínima oposición, legislativa, judicial, partidista, etc. Esta tensión unidad-oposición me parece esencial a la democracia, que no puede prescindir de ninguno de los dos términos. ¿Qué simbolismo podría tener tan frágil equilibrio?
Juan Camilo Betancur
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