La gente está interesada y el rating es alto, pero los debates han sido aburridos. Periodistas chiveros se lanzan a plantear “hipótesis” irresponsables o a tratar de armar camorra entre los candidatos. Después las preguntas rituales, sobre temas más rituales, como salud, empleo y educación sólo son menos jartas que las respuestas porque son más cortas.
¿Qué está pasando? Que los temas fundamentales se quedan por fuera. Y se quedan por fuera por obvios. Crecimiento económico, generación de empleo, cobertura y calidad en los bienes básicos, todos recitan la misma letanía con distinto designador (prosperidad o desarrollo o progreso; justicia social o equidad o lucha contra la pobreza), pero nadie dice cómo lo hará.
La punta de lanza de la marea verde es más obvia todavía: lucha contra la corrupción, cultura de la legalidad, respeto a la vida. Y alrededor de ella hay un vacío. Primero, porque los demás candidatos le hacen el quite por el inmenso rabo de paja que tienen en esos frentes. Segundo, porque Antanas y Fajardo sólo pueden enunciarlos. Su fuerza radica en su ejemplo, su trayectoria, su probidad y eso no se dice con palabras.
miércoles, 28 de abril de 2010
lunes, 19 de abril de 2010
Sedimentos 3: Normalidad
La negación de la existencia de una guerra –“media” según la clasificación de Uppsala– durante la década pasada sólo fue posible como herramienta política. El gobierno la negó para enmarcar la acción del Estado en la lucha global contra el terrorismo y ciertos sectores la negaron para deslegitimar la acción del Estado, en este caso no era guerra sino “lucha popular”.
Se trató de una situación excepcional, que se prodigó en hechos excepcionales y permitió la aparición de un líder excepcional: amo del arte de la guerra, que parecía saberse los nombres de los 44 millones de colombianos y conocer en persona cada rincón del país. Esa es la era que terminó en 2008 y su herencia es la normalidad.
Ya no estamos en Colombia en una situación excepcional y toda agitación alrededor de que “la culebra está viva” (Gobierno) o que la operación “Renacer” de las Farc es exitosa (alguna oposición), sólo trata de llevarnos de nuevo al molino del estado de excepción.
La normalidad necesita un Presidente normal, que pueda gobernar con un plan de desarrollo y ya no un programa mental; con un gabinete de ministros de primera y ya no secretarios de segunda; con toda la institucionalidad del Estado y no más con la férrea y única voluntad del Ejecutivo central; con la Constitución más que con la necesidad.
Corolario mockusiano: lo más normal es el apego a la norma. Es tan normal que ningún otro candidato presidencial le da importancia a la cultura de la legalidad. Parece una banalidad. Si lo es se trata, como decía Gide, de una “banalidad superior”.
Se trató de una situación excepcional, que se prodigó en hechos excepcionales y permitió la aparición de un líder excepcional: amo del arte de la guerra, que parecía saberse los nombres de los 44 millones de colombianos y conocer en persona cada rincón del país. Esa es la era que terminó en 2008 y su herencia es la normalidad.
Ya no estamos en Colombia en una situación excepcional y toda agitación alrededor de que “la culebra está viva” (Gobierno) o que la operación “Renacer” de las Farc es exitosa (alguna oposición), sólo trata de llevarnos de nuevo al molino del estado de excepción.
La normalidad necesita un Presidente normal, que pueda gobernar con un plan de desarrollo y ya no un programa mental; con un gabinete de ministros de primera y ya no secretarios de segunda; con toda la institucionalidad del Estado y no más con la férrea y única voluntad del Ejecutivo central; con la Constitución más que con la necesidad.
Corolario mockusiano: lo más normal es el apego a la norma. Es tan normal que ningún otro candidato presidencial le da importancia a la cultura de la legalidad. Parece una banalidad. Si lo es se trata, como decía Gide, de una “banalidad superior”.
martes, 13 de abril de 2010
Sedimentos 2: La polaridad
Durante el Uribato la mayoría de los políticos y analistas se la jugaron toda a varias polaridades, porque la política intensa siempre es dualista. Los tradicionales –anclados en la política moderna– plantearon las cosas en términos de izquierda y derecha. Los triviales se fueron por la oposición uribismo y antiuribismo. No faltaron los esotéricos que caracterizaron al gobierno como un “embrujo”, por lo que uno tiene que suponer que la oposición sería un sortilegio.
A estas alturas, la cosa está clara: fracasaron. La masa electoral les cobró el 14 de marzo y les cobrará más duro el 30 de mayo, al Partido Liberal y al Polo, la pésima oposición que hicieron durante estos ocho años. Los analistas casi nunca pagamos nuestras equivocaciones.
Corolario mockusiano: mucho antes del Uribato, Antanas Mockus se desmarcó del dualismo izquierda/derecha. Interrogado, siempre respondía: depende. Depende del tema, depende de la ocasión. A veces privatizaremos, a veces no. En asuntos sociales, nos acercaremos a la izquierda; en temas institucionales, pareceremos de derecha. En suma, se trata de un asunto estrictamente prudencial.
Recientemente, Antanas puso el ejemplo de la Cinta de Moebius. Pueden buscar en Wikipedia y encontrarán una explicación. El mensaje es que izquierda y derecha siempre dependen de la posición en que uno se ubique. No hay nada esencial en una definición de ese tipo. Puesto que en Colombia, nadie, oficialmente, es de derecha, ni siquiera los conservadores, siempre que se plantee el asunto la perdedora será la izquierda.
La actual coyuntura electoral va hacia confrontaciones respecto a varias sacralidades políticas: la vida es sagrada (Mockus), los recursos públicos son sagrados (Fajardo), la ley es la única regla, la transparencia es un criterio rector. Los políticos tradicionales –incluido el Polo– no creen en nada de esto.
A estas alturas, la cosa está clara: fracasaron. La masa electoral les cobró el 14 de marzo y les cobrará más duro el 30 de mayo, al Partido Liberal y al Polo, la pésima oposición que hicieron durante estos ocho años. Los analistas casi nunca pagamos nuestras equivocaciones.
Corolario mockusiano: mucho antes del Uribato, Antanas Mockus se desmarcó del dualismo izquierda/derecha. Interrogado, siempre respondía: depende. Depende del tema, depende de la ocasión. A veces privatizaremos, a veces no. En asuntos sociales, nos acercaremos a la izquierda; en temas institucionales, pareceremos de derecha. En suma, se trata de un asunto estrictamente prudencial.
Recientemente, Antanas puso el ejemplo de la Cinta de Moebius. Pueden buscar en Wikipedia y encontrarán una explicación. El mensaje es que izquierda y derecha siempre dependen de la posición en que uno se ubique. No hay nada esencial en una definición de ese tipo. Puesto que en Colombia, nadie, oficialmente, es de derecha, ni siquiera los conservadores, siempre que se plantee el asunto la perdedora será la izquierda.
La actual coyuntura electoral va hacia confrontaciones respecto a varias sacralidades políticas: la vida es sagrada (Mockus), los recursos públicos son sagrados (Fajardo), la ley es la única regla, la transparencia es un criterio rector. Los políticos tradicionales –incluido el Polo– no creen en nada de esto.
sábado, 10 de abril de 2010
Sedimentos: La politización
Fue Antonio Navarro el primero que hizo notar que uno de los efectos del Gobierno Uribe era el incremento de la politización en el país. Hay muestras palpables de ello: el aumento en la participación electoral, especialmente de los jóvenes y los sectores urbanos; la atención insólita y masiva a eventos como la Cumbre de Rio en Santo Domingo o el reciente fallo de la Corte Constitucional sobre el referendo; el mayor agrupamiento alrededor de los partidos; o las enormes movilizaciones del 2008.
Este es un fenómeno muy positivo para la vida democrática, que debiera ser acompañado con mayores esfuerzos cívicos e institucionales para mejorar la información y la comunicación política, así como la formación de líderes en ciudadanos en conceptos y valores políticos, ideologías y elementos constitucionales.
Corolario fajardista: no es cierto que la llave Mockus-Fajardo represente la antipolítica, como pretenden algunos. El planteamiento de Sergio Fajardo ha sido claro. Se trata del ingreso a la política de personas y segmentos de la población que decidieron entrar a la arena política para desarrollar una manera distinta de hacer política y de ejercer la administración pública. La campaña presidencial no es entre la política y la antipolítica, es entre la vieja política y una nueva forma de hacer política.
Este es un fenómeno muy positivo para la vida democrática, que debiera ser acompañado con mayores esfuerzos cívicos e institucionales para mejorar la información y la comunicación política, así como la formación de líderes en ciudadanos en conceptos y valores políticos, ideologías y elementos constitucionales.
Corolario fajardista: no es cierto que la llave Mockus-Fajardo represente la antipolítica, como pretenden algunos. El planteamiento de Sergio Fajardo ha sido claro. Se trata del ingreso a la política de personas y segmentos de la población que decidieron entrar a la arena política para desarrollar una manera distinta de hacer política y de ejercer la administración pública. La campaña presidencial no es entre la política y la antipolítica, es entre la vieja política y una nueva forma de hacer política.
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