El sentido y el contenido del centro político fueron uno de los temas dominantes de los mensajes políticos en el segundo semestre de este año. A mediados del año hubo un corto debate animado por una columna de Humberto de la Calle en El Espectador (19.07.20). La columna se tituló, curiosamente, “Centroizquierda” lo que por sí mismo devela incomodidades para ubicarse y ganas de lanzar piropos a uno de los supuestos lados del espectro político. En el último trimestre proliferaron las columnas de prensa y las conversaciones de expertos. Durante todo el tiempo —me dicen— hubo mucha algarabía en medios digitales contra el centro y sus potenciales candidatos.
Cuando se dan estas conversaciones y reflexiones se olvida, a menudo, que el objeto de la política es definir el gobierno de una sociedad. ¿Cuáles son las sociedades más admiradas? Existe la falsa idea —derivada de la influencia de Platón en Occidente— de que las teorías políticas se refieren a situaciones hipotéticas y aspiraciones utópicas, pero lo cierto es que la mayoría de los clásicos de la política —en la senda marcada por Aristóteles— se ocuparon de analizar sociedades específicas y metas colectivas concretas y situadas históricamente. Maquiavelo hablaba para Italia, Locke para Inglaterra, Tocqueville para Francia, Marx, incluso, lo hacía para Alemania.
Cuando uno lee a los comentaristas políticos, da la impresión de que las sociedades más admiradas son las europeas: los países nórdicos, las dos potencias continentales e Inglaterra. Todos son países capitalistas, con gobiernos democrático-liberales. Los nórdicos, construidos bajo la hegemonía socialdemócrata y los demás hechos básicamente por partidos liberales, filosóficamente hablando.
¿Y cuáles son las sociedades en las que podríamos vivir a gusto? Cuando uno ve a la gente, los grandes movimientos poblacionales de la última centuria fueron hacia Estados Unidos. No se trata solo de la migración masiva que se nutre de los sectores populares, también la movilidad de los sectores medios y altos del mundo, no solo del llamado sur global.
¿Quieren vivir nuestros izquierdistas en Cuba o Venezuela? ¿Quieren vivir nuestras clases medias conservadoras en El Salvador o Bielorusia? No. Todos persiguen pasaportes europeos o gringos, enrutan a sus hijos a aprender inglés o alemán; muchos, en su corazón, se alegran de que sus vástagos puedan vivir en Norteamérica (no México) y Europa (no Europa oriental, claro).
Las simpatías de Gustavo Petro con Chávez y, más disimuladamente, con la Venezuela de Maduro y Diosdado son conocidas. La filiación del presidente Duque y del Centro Democrático con el trumpismo ha sido evidente, y no solo por la patanería de irse a hacer campaña a Florida. El centro político puede señalar la Alemania de Merkel o el Uruguay del recién fallecido Tabaré Vásquez. Solo el centro político puede mostrar ejemplos perdurables, con todos sus defectos; la derecha y la izquierda, solo fracasos históricos.
El Colombiano, 13 de diciembre
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